Sé que muchas de las cuestiones referentes al amor y a las relaciones que hemos estado viendo y analizando en los últimos días no son fáciles de aceptar. Se trata de cosas de elaboración difícil, lenta y dolorosa. Yo diría, sin embargo, que la mitad de la batalla está ganada con ese «Ah, sí» con que reaccionáis tras haberos sentido sacudidos por una nueva comprensión intuitiva, es decir, por una nueva toma de conciencia. Ello se debe a que están actuando Urano, Neptuno y Plutón, a que dentro de vosotros algo se ha sacudido, se ha disuelto o ha reventado, y con frecuencia hay un largo período entre el impacto y el «Ah, sí», entre el hecho de darse cuenta de algo y el cambio que se produce como resultado de esa toma de conciencia. Durante este período es importante que uno sea paciente y amable consigo mismo. No os castiguéis pensando que sois estúpidos por no haber entendido algo antes. No sirve de nada hacerse ese tipo de reproches. Muchas personas piensan que el cambio sigue inmediatamente al hecho de haberse dado cuenta, pero no es así. Una buena parte de lo que sucede en el proceso psicoterapéutico es que damos vueltas y más vueltas alrededor de nuestro trasfondo básico hasta que hemos explorado todos los parámetros del material que llevamos dentro. Y después de muchas vueltas, finalmente decimos: «A ver, un momento, esto ya lo conozco. Ya he recorrido este espacio, de modo que, ¿por qué estoy de nuevo dando vueltas por aquí?». Aunque quizás estemos temblando y muertos de miedo, lo que en el fondo necesitamos es dar un paso muy pequeño fuera de los parámetros de nuestro círculo habitual y observar qué es lo que hay más allá de él. Una vez llegados a este punto, es realmente útil contar con un aliado, ya sea un amigo, nuestra pareja o nuestro terapeuta. En la Edad Media, cuando se creía que la Tierra era plana, los cartógrafos solían dibujar dragones fuera de la superficie marcada por los límites del mundo. Pensaban que cuando uno llegaba al borde del mundo podía caerse e ir a parar a un lugar terrible, espantoso. En este sentido somos como conejos, nos aterroriza ir más allá del mundo conocido. Creo que es verdad que ahí fuera hay dragones, y que no son meras ficciones de nuestra imaginación. El dragón puede ser vuestra madre, o el hecho de tomar conciencia de que estáis creciendo y de que ya es hora de reconocer y recuperar vuestras proyecciones, o de integrar vuestros planetas. No importa de qué manera queráis decirlo: hay dragones ahí fuera, más allá de las fronteras de vuestro mundo conocido, y para enfrentaros a ellos necesitáis actuar con auténtico coraje.
Uno de mis primeros profesores de psicología solía decir que nos podemos pasar la vida dando vueltas en el tiovivo en una búsqueda interminable del porqué. Perpetuamente andamos dando vueltas en círculo en busca del porqué. No quiero decir en modo alguno que uno de nuestros objetivos no deba ser buscarlo, sino que la perpetua búsqueda del porqué puede interponerse en el camino que nos llevaría a salir del círculo mágico para entrar en el mundo, donde nos esperan los verdaderos dragones. Lo que os digo es que seáis pacientes con vosotros mismos. En casa, en la pared de la sala donde atiendo a mis clientes, he puesto en letras grandes una cita tomada de Hamlet. Dice simplemente: «Con estar dispuesto basta». A veces, uno sólo tiene que dejar las cosas como están, pero si habéis iniciado el proceso, confiad en que llegará el momento en que estéis preparados para empuñar una espada e ir en busca de vuestros dragones particulares. De todos modos, es un misterio: en realidad no sabéis si llegaréis a ese punto, ni cuándo; ni siquiera los tránsitos y las progresiones pueden decíroslo de manera segura. Puede ser que un tránsito o una progresión indique que una deidad está llamando a vuestra puerta; pero, ¿quién puede saber si estaréis o no en casa para abrírsela?
Espero que estéis empezando a ver, o que yo esté empezando a explicar con más claridad, que el camino de la integración, en términos astrológicos por lo menos, consiste en que reconozcamos dentro de nosotros mismos los pares de planetas y de signos complementarios. Si un lado está desequilibrado, el otro también debe de estarlo; pero si empezáis a integrar un lado, automáticamente se integrará el otro. ¿Entendéis a qué me refiero? Tomemos a la Luna y Saturno, por ejemplo: cuanto más integréis a vuestro propio padre (y supongamos que se trate de un padre afectuoso), tanto más estaréis integrando al niño ávido que está en el otro lado. O tomemos al Sol y Urano: cuanto más cómodos estéis con vuestra forma de ser, más podréis aceptar la experiencia uraniana de haceros trizas, desmoronaros y reconstruiros después. A pesar de que vuestro ego pueda haberse hecho añicos debido a un avance o una toma de conciencia, sabéis que volverá a reorganizarse de alguna otra manera. No voy a recorrer ahora con vosotros todos los pares de opuestos; simplemente, recordad que cada signo y cada planeta tiene su contrario, que también es su complementario.
A todo esto, ¿cómo podéis saber dónde estáis? Empezad por observar atentamente vuestra vida, y también vuestras relaciones. Recordad que las personas que hay en nuestro mundo son espejos de nosotros mismos. Como es muy difícil ser al mismo tiempo subjetivo y objetivo, no es fácil que uno se vea a sí mismo con claridad y objetividad. Pero es un hecho que el mundo objetivo está representado muy claramente por la clase de personas que hemos escogido para que formen parte de nuestra vida. Una indicación de que nos estamos embarcando en un proceso de cambio e integración se da cuando varias relaciones importantes en nuestra vida empiezan a debilitarse o a romperse. El proceso no es fácil, porque a una parte de nosotros le gustaría mantenerse dentro de nuestro trasfondo básico, una parte que no quiere cambiar ni crecer, ni renunciar a nuestras proyecciones. Jung dijo una vez que el cambio es difícil y doloroso. Quizá no cambiemos mientras no hayamos sufrido lo suficiente. Cuando uno empieza a crecer, cambiar e integrarse, es probable que ciertas relaciones se desmoronen o que pasen por un período de prueba muy difícil. Esto no significa necesariamente que esas relaciones hayan de disolverse o terminar, pero podría ser que estemos ya preparados para asumir lo que hemos proyectado en ellas. Cuando recuperamos cosas que hemos estado proyectando en otra persona, es posible que esa persona ya no pueda seguir nuestro mismo camino. Lo explicaré más detalladamente. Al recuperar nuestras proyecciones, nos integramos y equilibramos más. Digamos que eres una mujer que ha estado jugando al juego de la niña o de la novia infantil en tu relación con un hombre que actuaba como si fuera tu padre. Dicho de otra manera, tú eras la Luna y él Saturno. Y digamos que en tu vida llega finalmente un momento en que estás preparada para convertirte, en alguna medida, en tu propio padre y tu propia madre. Descubres entonces tus objetivos, ambiciones y metas, y también un destino que es exclusivamente tuyo, que se extiende más allá de los parámetros de tu matrimonio o de tu familia. Entonces, lo que sucede es que, si recuperas tu Saturno, tu marido deberá recuperar su Luna, que hasta ese momento había proyectado sobre ti. Y si no está a la altura de las circunstancias y no lo hace, a ti no te quedará otra alternativa que decirle: «Mira, o cambias conmigo, o tendré que hacerlo sola», y esto puede significar una separación muy difícil. Las relaciones son como los aspectos de una carta, y los aspectos son como cadenas de energía. No puedes tener un tránsito sobre un planeta sin que afecte a cualquier otro planeta que esté en aspecto con él. Una dinámica similar se da en las relaciones. Si a ti te sucede algo, ello provoca una reacción en cadena que afecta a todas las personas con las que te relacionas, y aquellas que tienen un vínculo más estrecho contigo (en conjunción o en oposición) son las que se verán más afectadas por tus cambios. Lo único que puedo deciros es que cambiar y crecer suelen ser procesos muy difíciles, muchas veces dolorosos, y sin embargo, también esperanzadores. No olvidéis que a vuestro alrededor hay personas que os ayudarán a superarlos. Estamos todos en el mismo barco, en el proceso de búsqueda de una mayor integración, y ni uno solo de nosotros ha llegado todavía a una completa realización. Por eso, os ruego que seáis muy considerados con vosotros mismos en este proceso.