Dentro de los mecanismos de defensa que describió Freud, está el de la proyección. Explicado de manera muy simple, cuando éste se activa se produce un desplazamiento hacia otra persona de un conflicto que no puedo aceptar como propio. Puede ser que el dilema trate tanto de atributos "positivos" como "negativos", da igual. Lo interesante acá es que aquello que resulta intratable para mi aparato psíquico, lo proyecto hacia un tercero como una forma económica de resolverlo. Es decir, al ver ese conflicto en un otro, "creo" que no está más en mi y que pasa a ser propiedad exclusiva de él.
Lógicamente, esto es inconsciente y de naturaleza acuosa. Se puede meter por cualquier hendija vincular sin que logremos siquiera advertirlo.
Entonces cuando sucede, puede resultar sumamente difícil no caer en conductas reactivas y en espirales interminables de palabras que, lejos de aclarar, suman confusión y desgaste. Casi sin darnos cuenta, podemos terminar hablando de lo que el otro dice que nos pasa, de lo que no ve, de cómo nos hace sentir, o de lo que fuere. Siempre subrayando la nota de que el conflicto está ahí afuera y que no es mi propiedad.
Bajo premisas compatibles, Paul Ekman tomo la tragedia de Shakespeare e introdujo el concepto de "error Otelo". Un poco la cuestión trata sobre los desaciertos en los que caemos cuando interpretamos las conductas y emociones de los demás desde la estrechez y lo incompleto de nuestra óptica.
A modo de puente puedo decir que cuando todo lo que veo valida lo que pienso, siempre es mucho más fácil liberar el proyector que todos llevamos dentro.
A modo de puente puedo decir que cuando todo lo que veo valida lo que pienso, siempre es mucho más fácil liberar el proyector que todos llevamos dentro.
No obstante, también es un momento interesante para plantearse un par de cuestiones.
Por ejemplo, ¿realmente es todo como yo lo pienso, vivo y siento?
¿Realmente eso está pasando?
¿Realmente eso está pasando?
Personalmente me encantaría poder decir que no caigo en esa; que todo lo que proyectan sobre mi no tiene nada que ver conmigo.
También me encantaría poder decir que todo lo que proyecto sobre cualquier tercero está por demás chequeado y acertado.
Agregaría incluso que si el otro no lo ve es justamente porque está demasiado fijo en sus ideas.
Finalmente, desearía que cualquier proyección -mía o ajena, para el caso es lo mismo- pudiera finalizar con un "eyyyy, no me vengas con esa y no me metas en tu película; si va a ser así, mejor andá a pedir laburo a Netflix".
De verdad me encantaría.
Pero la negación es otro mecanismo de defensa y sabemos que la cosa no siempre puede funcionar así.
Porque en el fondo, nadie te mete en un lugar en el que no tengas nada que ver.
Si aflojamos un poco la armadura y abrimos el mapa, podemos ver que detrás de toda proyección se encuentra una mitología personal, vincular, familiar y social.
Con esto quiero decir que no es para nada azaroso lo que se proyecta sobre mí así como tampoco lo es lo que proyecto sobre los demás. Desde ambos lados, necesitamos algo que oficie de gancho para sacar hacia afuera nuestras partes no resueltas.
Por detrás de cada disfraz que nos tiramos, siempre aparece una coherencia sutil que elige el talle, el color y hasta el papel con el que se lo envuelve.
Cuidado, esto no quiere decir que toda proyección sea verdadera en el sentido de que se corresponda con la realidad.
Desde ya que no.
En algún punto, sostener eso sería demasiado simplista. Y aquel que lo asuma así puede pagar un costo demasiado elevado.
Lo que quiero plantear es que, si acaso tenemos la capacidad de ir un poco más allá de lo superficial, podemos ver parte del argumento que estamos representando como si se tratase de una obra de teatro.
Puesto que todas las proyecciones son hijas de su tiempo y de los vínculos dónde aparecen, puede ser una tarea interesante el tratar de descubrir el papel que nos esforzamos en representar.
Quizás ese texto nos hable de que tenemos una sola manera de ver y hacer las cosas que inevitablemente va a hacerse añicos.
Quizás narra algo que salió mal hace mucho tiempo y que con amor ciego e infantil queremos arreglarlo.
Quizás cuente que tenemos expectativas demasiado disociadas de la realidad.
O ideales demasiado opresivos para nuestro día a día.
La trama puede ir por cualquier lado.
Pero si queremos llegar a ese núcleo y ver aquello que anima esos relatos, precisamos salirnos del juego de las representaciones y entrar en otro espacio.
Lo que sería interesante poner en acto es un modo de fracturar amorosamente -no podía ser de otro modo- los hechizos que atan nuestros ojos a nuestro ombligo. De alguna manera necesitamos sentirnos habilitados e invitados para alzar la mirada hacia una dirección más amplia.
Bert Hellinger decía que en última instancia, el asunto trataba acerca de quien iba a pagar el precio por ver un poco más.
Si bien cuando hablaba de esto lo hacia en referencia a dinámicas mas complejas, personalmente creo que también eso aplica acá.
Naturalmente hay un precio por abrir el campo, y el de las proyecciones no es ajeno.
No siempre es grato abrir los ojos hacia donde apunta cualquier luz.
Primero porque el movimiento inicial es asumir que los teníamos cerrados.
Y segundo porque requiere inventar la propia y equilibrada dosis de valentía, humildad, dignidad, vulnerabilidad y vocación.
Cierto es que este movimiento no asegura que quedemos santos y salvos de cualquier proyección. Pero al menos abre la posibilidad que entremos desde otro lado, ojalá menos corrosivo e inconsciente.
En última instancia, se trata sobre todo de suspender las ideas que tengo sobre la realidad, para que al verme dentro de ella pueda comprender como estoy observando lo que pasa.
Primero porque el movimiento inicial es asumir que los teníamos cerrados.
Y segundo porque requiere inventar la propia y equilibrada dosis de valentía, humildad, dignidad, vulnerabilidad y vocación.
Cierto es que este movimiento no asegura que quedemos santos y salvos de cualquier proyección. Pero al menos abre la posibilidad que entremos desde otro lado, ojalá menos corrosivo e inconsciente.
En última instancia, se trata sobre todo de suspender las ideas que tengo sobre la realidad, para que al verme dentro de ella pueda comprender como estoy observando lo que pasa.
La apuesta es entender un poco más de la profundidad que tienen esos juegos y verlos en una dimensión más completa dónde se reemplacen las acusaciones subjetivas por preguntas más inclusivas.
La invitación es a que reconozcamos esas dinámicas en su dimensión sistémica y a que encontremos una forma más creativa para apropiarnos, reincorporar y resolver ese conflicto dentro en nosotros mismos.
Que el otro pueda ser un legítimo otro y no la pantalla de nuestro cine particular.
Que el otro pueda ser un legítimo otro y no la pantalla de nuestro cine particular.