lunes, 6 de agosto de 2018

"Y un día Nico se fue.."; Osvaldo Bazán

Durante años, cada noche, después de ver juntos la novela brasilera que seguíamos por la tele, poníamos un disco, yo corregía los ejercicios de literatura o preparaba alguna clase y él estudiaba. Tan unidos estuvimos que a veces, él corregía los ejercicios de mis alumnos y yo me entretenía con sus libros mientras tomábamos termos y termos de mate amargo hasta que uno de los dos levantaba la vista ya cansado de tanto leer y decía que bueno, que basta por hoy. Entonces quizás nos dábamos un beso y nos íbamos a acostar.
En los seis años de romance todas las noches que dormimos juntos, nos acostamos al mismo tiempo. Nunca se nos hubiera ocurrido que uno se fuera a dormir y el otro se quedara haciendo algo en el comedor.
No, no sé por qué, pero fue así.
Nos daban ganas de dejar todo e ir acostarnos juntos. Y hacer chistes sonsos en la cama hasta caer rendidos de sueño.
O ser el primero en pedir: “¿Me traés un vaso de soda rebajada con un poquito de agua?”.
Y después otro beso.
Y después jugar a escribir letras de canciones de Los Redonditos de Ricota. (Teníamos una, Yo morderé tu empanada turca, que nos hacía morir de risa.) Teníamos un juego que era el de buscar nombres para hipotéticas autobiografías. Yo me acosté con cada cosa era una buena. Nico quería que su autobiografía se llamase ¿Qué mirás, puto dé mierda? A mí el título me parecía vendedor solo que un poco fuerte para el mercado editorial del país.
Y un poco de sexo tranquilo y suave con la piel tersa y descansada.
Con los brazos rodeando los brazos y las piernas memorizándose, mientras la ciudad se mandaba a guardar para volver a ponerse en venta al día siguiente. Y quizás despertarse de madrugada y acurrucarse frente al cuerpo caliente del otro, la mejor comprobación de que no estabas solo.
De que eras algo para alguien. 
De que alguien en el mundo pensaba en vos. 
No, no es que esté triste. 
A mí Gustavo ya me lo explicó. 
Lo que pasa es que tengo problemas para enfrentar la realidad. 
La realidad es que ahora duermo solo. 
Y me aburro. 
Y no tengo con quién inventar canciones de los Redonditos ni autobiografías truchas. 
Pero sacando ese problema lo demás todo bien. Claro que todo lo demás me importa un carajo, pero eso lo estamos trabajando con Gustavo dos veces por semana. 
En serio, yo creo que no me falta mucho para el alta.



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