martes, 6 de junio de 2017

La eternidad melancólica de los infinitos mundos posibles.

Para Leibniz éste es el mejor de los mundos posibles, no porque sea perfecto, sino simplemente porque es, porque existe. 
Para rebatir este argumento no sirve de mucho dirigir la atención hacia aquello que desde nuestro pequeño y magnífico ombligo consideramos como malo o terrible, porque este mundo tiene la insoportable ventaja de ser efectivo en cuanto a realizaciones hablamos. 
Pensemos por un segundo que frente al infinito número de posibilidades, es el único que se concretó materialmente, el único que podemos habitar y del único que podemos hablar.
Es.
Simplemente es.
Ni la herida más honda de amor, ni el hambre de Africa, ni la guerra, ni el tipo que duerme en la calle a la vuelta de tu casa son argumentos posibles para decirle al tío alemán de Brian May "ey man, esto está muy lejos de ser lo mejor..." porque toda pregunta por el dolor, por la alegría y por todo el sinsentido que podamos hallar pierde peso ante la prioridad de la existencia.
El acto siempre fue más que la potencia.
El condicional es mas vago que el acontecimiento.
Así, podemos hablar de lo que sea, pero siempre partiendo de que solamente somos en este mundo. 
Y es en las experiencias que tenemos de esta -solo de esta- realidad que encontramos lo que necesitamos para crecer.



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