Es evidente que, desde lo psicológico, aquí habrá que trabajar sobre un fantasma vincular que, si bien suele comenzar proyectado en el hermano, luego se instala en muchísimas otras personas y situaciones. O sea que, si el vínculo primario con el hermano no está trabajado afondo, el mecanismo mal resuelto se traslada a lo largo de la vida, puesto que el destino seguirá trayendo la misma estructura, en diferentes escenarios.
Aunque nuestra energía siempre trae el mismo patrón, en los primeros años de vida desarrollamos determinadas soluciones ante los primeros desafíos energéticos. El problema es que nos quedamos fijados a esa presunta solución y luego tendemos a repetirla, a leer los escenarios futuros no desde una disposición de aprendizaje, sino desde una conclusión consciente o inconsciente. Y así, nos volvemos mecánicos.Por lo tanto, es necesario discriminar bien dos tipos muy distintos de repeticiones. Una es la repetición energética; en el caso del Ascendente geminiano, siempre insistirá en aparecer aquello que me obliga a vincularme en forma múltiple y abrirme a la comunicación. Pero no tiene por qué repetirse el vínculo que establecí con mis hermanos, con el mismo desenlace. En todo caso, la que repite es mi psique, que se quedó trabada en esa manera de vincular —o de no vincular— lo fragmentario. Cuando reaparece la oportunidad energética, yo trato a esa nueva situación desde la imagen primaria, que tiene que ver con el modo como viví el vínculo con mis hermanos o amigos íntimos de la infancia y juventud. Entonces, pido lo mismo, fantaseo que sobrevendrán las mismas consecuencias, me ubico en la misma posición y el destino se repite. Por eso, es importante discriminar desde un principio la repetición de destino —en tanto nuevas oportunidades de comprender la propia naturaleza— de la repetición neurótica, como predominio de imaginarios infantiles. El destino no es neurosis, aunque la neurosis haga destino.
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