¿Cree que la filosofía debe cambiar la vida del filósofo y, eventualmente, la de sus lectores?
Un pensamiento que no cambia la vida del lector es un pensamiento cosmético. Por desgracia, hay un mercado para este tipo de publicaciones inofensivas. Por mi parte, creo que, en el espíritu de la filosofía antigua, la filosofía es la conversión de la existencia después de la unión con un pensamiento.
¿Hay algo equívoco cuando se habla de hedonismo?
Por supuesto. Cuando se habla del placer, cada uno piensa en su propio placer. Y para la mayoría, rara vez es un territorio refrenado y feliz, sereno y apaciguado, calmo y alegre. El placer al que yo invito es el ascetismo y el despojamiento: no una vida ascética, sino una vida en la que el tener está ahí, pero no cuenta para nada. Bien se podría no tener nada. Hace falta el desapego. No: no tener, no ser poseído por lo que tenemos. No tiene nada que ver con el goce desenfrenado, el consumismo sexual, la conquista de mujeres por una noche, el libertinaje trivial, etc.
¿Cómo pensar, muy en breve, nuestra relación con el mundo?
Me pregunta por lo que me ha tomado cientos de páginas desarrollar… Para ser breve, es necesario saber que no somos sino un fragmento de un gran todo, que admitir la necesidad nos hace ser sabios y esta sabiduría trae la paz.
¿Cuán importante es la reputación de un filósofo?
La reputación es a menudo la suma de malentendidos que se acumulan en nuestra cuenta. No es nada. Lo que importa, en cambio, es vivir bajo la mirada de la gente que se ama o de la gente que se amó y que está muerta, teniéndolos por testigos de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que decimos. Esta es la única reputación que me importa.
La Luna, en cuanto cualidad energética, prosigue con su ritmo natural, reapareciendo a lo largo de la vida adulta en contextos nuevos e integrados al conjunto de la carta. Pero la conciencia, fijada en la manifestación de esta cualidad en los primeros estadios de su experiencia, la habrá reducido a un mecanismo psicológico en el que se refugia toda vez que los acontecimientos superan su umbral de seguridad emocional. Si un empresario —aparentemente exitoso y maduro— atravesara por una quiebra, sería absolutamente lógico y saludable que buscara el contacto con su familia y sus afectos, para encontrar consuelo y sostén emocional en una situación difícil. Aquí estaría representada la energía lunar en integración positiva con las restantes del sistema, en tanto patrón de contención y pertenencia. Sería más extraño, por cierto, que para consolarse fuera a buscar a su madre, habiendo ya construido en su vida un entramado emocional maduro y diferenciado, aunque podamos suponer que en una situación de máxima crisis, la persona anhele el consuelo de su afecto más primario. Pero lo que sí ejemplificaría el mecanismo es el caso en el que este empresario, rechazando todo otro vínculo que no fuera la presencia de su madre, se encerrara en la casa de ésta negándose a salir, en la convicción de que la sola presencia materna habría de resolver sus dificultades.
Aunque parece una exageración, esto es lo que sucede habitualmente con nuestra Luna, sin que lo advirtamos: la identidad integrada que — como el pollito— salió del cascarón lunar para continuar creciendo, en realidad permaneció adherida a él. Apenas, en el campo energético, una dinámica particular afecta aquello que tenemos connotado como seguro, nos retraemos en busca de lo más conocido —la Luna— de un modo tan absurdo como el de un pollo que busca meter la cabeza en el huevo cada vez que se siente amenazado, en la creencia de que así estará protegido.
Esto es lo que llamamos mecanismo lunar y es fundamental que lo distingamos de la cualidad lunar y sus talentos. El mecanismo lunar es la repetición regresiva de una matriz imaginaria de seguridad.
Aquella cualidad que sirvió como protección y nido afectivo en la infancia, simplemente ya no cumple esa función, porque las condiciones han cambiado. Sin embargo, la inercia del hábito imagina su repetición y recorta la realidad para convencerse de que ese escenario aún es posible. Por eso, es falsa la seguridad que su perpetuación ofrece y de esta ilusión surgen innumerables conflictos de destino; de cualquier manera, esto se produce en nosotros, en forma casi inevitable. Es todo un aprendizaje disolver la autonomía de la memoria lunar que se proyecta inconscientemente sobre el mundo, para poder vivir en forma integrada las cualidades de nuestra Luna.
Así como distinguimos —en diferentes órdenes de realidad— patrones de despliegue energéticos que constituyen las matrices básicas de la astrología, también debemos descubrir el modo a través del cual el ser humano reacciona ante ellos, configurando patrones de respuesta que, al tender a fijarse, producen sufrimiento y la repetición sistemática de secuencias de acontecimientos (destino).
Uno de nuestros patrones de respuesta más importantes es el mecanismo lunar; comprenderlo es fundamental, para diferenciar entre aquello que la matriz energética expresa y el modo en el que la conciencia queda atrapada por una trama de reacciones y proyecciones.