¿Cree que la filosofía debe cambiar la vida del filósofo y, eventualmente, la de sus lectores?
Un pensamiento que no cambia la vida del lector es un pensamiento cosmético. Por desgracia, hay un mercado para este tipo de publicaciones inofensivas. Por mi parte, creo que, en el espíritu de la filosofía antigua, la filosofía es la conversión de la existencia después de la unión con un pensamiento.
¿Hay algo equívoco cuando se habla de hedonismo?
Por supuesto. Cuando se habla del placer, cada uno piensa en su propio placer. Y para la mayoría, rara vez es un territorio refrenado y feliz, sereno y apaciguado, calmo y alegre. El placer al que yo invito es el ascetismo y el despojamiento: no una vida ascética, sino una vida en la que el tener está ahí, pero no cuenta para nada. Bien se podría no tener nada. Hace falta el desapego. No: no tener, no ser poseído por lo que tenemos. No tiene nada que ver con el goce desenfrenado, el consumismo sexual, la conquista de mujeres por una noche, el libertinaje trivial, etc.
¿Cómo pensar, muy en breve, nuestra relación con el mundo?
Me pregunta por lo que me ha tomado cientos de páginas desarrollar… Para ser breve, es necesario saber que no somos sino un fragmento de un gran todo, que admitir la necesidad nos hace ser sabios y esta sabiduría trae la paz.
¿Cuán importante es la reputación de un filósofo?
La reputación es a menudo la suma de malentendidos que se acumulan en nuestra cuenta. No es nada. Lo que importa, en cambio, es vivir bajo la mirada de la gente que se ama o de la gente que se amó y que está muerta, teniéndolos por testigos de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que decimos. Esta es la única reputación que me importa.
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