Como vamos a ver, también en esta circunstancia el papel de Eros es ambivalente. Lo más interesante es observar cuan poco importa cómo esté imaginado este drama. A nivel simbólico, el significado es el mismo en cualquier caso: para llegar a ser un hombre, el Enamorado ha de liberarse a sí mismo de la atracción regresiva de cualquier útero que busque contenerlo y avanzar hacia la hombría. Como en cualquier nacimiento, habrá derramamiento de sangre, y también habrá una nueva vida.
A veces la Madre Terrible de la posesión inconsciente se representa como un dragón a quien el héroe debe dar muerte a fin de rescatar a la princesa. Es también el mismo dragón a quien san Jorge debe vencer para redimir el reino. En forma humana, esta Madre «monstruosa» (la dama situada a la izquierda del dibujo) puede convertirse en cruel madrastra, reina perversa o simplemente bruja terrible, de cuyo dominio el príncipe debe rescatar a Cenicienta, Blancanieves o la Bella Durmiente, quienes representan su «amor verdadero», su «otra mitad», su «alma». Sea cual sea la forma que tome el arquetipo de la Madre, la cuestión es que la conciencia del joven ego debe separarse y apartarse de su fascinación mortal, rescatar su alma y, de este modo, enrolarse en la vida. A través de este juicio, el Enamorado (símbolo del ego) se convierte en el héroe (símbolo de la conciencia humana en busca de autorrealización).
A cualquier nivel de interpretación, esta carta presenta al ego con un reto que marca un paso importante en su iniciación. Podría decirse que el Papa del Tarot ofrece la iniciación hacia la vida del espíritu. En esta carta el reto es el de conectar esta vida espiritual con la vida emocional y, a través del compromiso apasionado con toda la vida, conseguir una nueva relación con los demás y una nueva armonía con uno mismo.
No por casualidad la historia del Paraíso pone en paralelo la experiencia carnal con el conocimiento del bien y del mal, y también en el Antiguo Testamento el acto sexual se traduce por el verbo «conocer». «Y Abraham conoció a Sara y ella concibió.» Con este conocimiento algo nuevo nace.
Puesto que éste es el caso, el Enamorado se ve llamado a grandes visiones... y a grandes conflictos. Pues, como dijo Jung repetidamente: el conflicto es la esencia de la vida, y es un requisito previo necesario para todo crecimiento espiritual. La vida no puede vivirse en lo abstracto; solamente a través del enfrentamiento con cualquier conflicto individual y sufrimiento, para su resolución o transcendencia, llegaremos a lo más profundo de nosotros mismos. Muy a menudo, un conflicto que parece insoluble (o un síntoma neurótico causado por la represión de este conflicto) acerca a una persona al análisis, conduciéndola al principio del camino de la individuación. Como sabían ya los antiguos alquimistas, estos conflictos son la materia prima necesaria como primer ingrediente de todo crecimiento espiritual.
La filosofía de Oriente y la Cristiandad de Occidente probablemente escribirían desenlaces muy diferentes para el conflicto dibujado aquí, ya que las ideas sobre lo que es un conflicto son muy diferentes para Oriente y Occidente. Para Oriente, la idea sería eliminar el sufrimiento y llegar así a la perfecta paz. El yoga aspira a conseguir esta paz interior, negando el conflicto y elevándose sobre él. El Cristianismo de Occidente considera el conflicto como esencial para la salvación. De hecho, Cristo en la cruz, su imagen central, sintetiza el conflicto y el sufrimiento como los medios de salvación. En línea paralela con esta enseñanza de la teología cristiana, Jung sintió que solamente a través de concienciarnos de nuestros conflictos, afrontarlos y sufrir con ellos, se puede encontrar una genuina paz. Esta paz, lejos de ser la meta última, es un logro temporal, una etapa en el largo viaje.
Y cada nuevo reconocimiento experimentado en el camino se presenta primero como un nuevo conflicto. Paradójicamente, pues, iniciar un análisis en profundidad significa verse sumergido en conflictos cada vez más profundos, pero al mismo tiempo experimentar más profundos niveles de consciencia y de paz.
En el caso de nuestro joven Enamorado, salir del capullo de su inocencia puede ser la primera elección difícil que se le presenta en la vida. El destino, a la vez cruel y amable, le ofrece la preciosa materia prima para lo que los alquimistas llamaron correctamente la «Gran Obra». Parece evidente que debe de hacer una elección y debe responsabilizarse de lo que de ella resulte ya que, como salta a la vista, un factor divino trabaja a su espalda y por encima de él y va a influir en su decisión. Si no fuera por este arquero alado con su dardo mágico, nuestro héroe permanecería prisionero en los cuernos de su dilema hasta el fin de los tiempos. Solamente el fuego de la «emoción» va a darle el empuje necesario para su «moción».
¿Quién es este arquero alado? ¿Es quizá Cupido con su arco y sus flechas? Cuando por primera vez empecé a escribir este párrafo, el Loco del Tarot, un pariente cercano del ser celestial que ahora estudiamos, me jugó una pasada: me hizo cometer lo que los freudianos llaman un lapsus junguiano.
Al releer lo escrito me encontré con que había escrito: «Es Cupido con su arco y sus yerros».(*) Como suele suceder, estos deslices del inconsciente suelen decir la verdad, ya que las flechas de Cupido suelen sembrar la confusión, que parece desastrosa desde el punto de vista de la lógica. Sin control, la emoción llena de fuego que engendra, puede destruir la vida, aunque sin la intensidad apasionada del calor emocional no puede haber transformación. El dorado espíritu del hombre permanecería encerrado en el frío metal.
El Eros alado que vemos en esta carta es una poderosa figura preolímpica y tiene poco que ver con el angelote lleno de lazos que nos muestran en el día de San Valentín, día de los enamorados. Eros era un personaje más ambivalente, afín al Destino, símbolo del poder de atracción fatal que une a los opuestos. Según Hesíodo: él atrajo entre sí a las fuerzas primarias que crearon el Universo, «trayendo armonía al caos», haciendo posible toda vida. Él es el espíritu, la encarnación del impulso vital.
Como se puede apreciar, Eros es una figura masculina; ya James Hulmán señaló que varias figuras de diferentes culturas lo confirman: «Kama, Eros, Cupido, Frey, Adonis, Tammuz, todos son masculinos; y encarnaciones del amor iluminado: Krishna, Buddha, Jesús, a pesar de su abstinencia en cuanto a lo sexual, son también masculinos. El principio eros es activo y deseable.. .».
Como potencia sexual, el dios Eros puede traer guerra, problemas, trastornos con los antiguos modelos de ley y orden, y todo ello para abrir camino al advenimiento de una nueva vida. Pero la potencia fogosa de Eros va más allá de la pasión sexual. En el sentido alquimista, es el «fuego divino» que hay que mantener necesariamente para la Gran Obra y trascender el ego, y para el descubrimiento de sí-mismo. Una experiencia profunda de amor es a menudo el principio de la búsqueda de la individuación. La literatura nos ofrece ejemplos diversos; el amor de Dante por Beatriz es quizá el que nos es más familiar. En nuestra vida particular, un asunto que involucre nuestro corazón marca usual-mente un punto decisivo para nuestro desarrollo posterior. Por eso este amor aparece a menudo como un hecho ineludible del destino. Todos hemos experimentado los dos efectos que produce la flecha del amor: da la vida y mata a la vez. Perderse en amor puede ser una muerte, la muerte de una existencia puramente centrada en el ego. Marca una fase nueva en la evolución hacia el encuentro de un centro trascendente.
Cuando hablamos por primera vez del Loco, hablé de la conexión que tenía con la energía primaria del fuego y de su costumbre de bailar invisible en medio de la baraja, proveyendo de nuevo ímpetu a cada carta.
Como vimos hace un momento, entró como un intruso en mi mundo personal, haciéndome cometer un «lapsus» verbal. Con frecuencia les hace las mismas jugarretas a diferentes personajes del Tarot. Al igual que Puck, le gusta espiar y entrometerse en los asuntos ajenos. Mirando esta carta del Tarot, podemos imaginar que se encuentra apuntando a Eros desde detrás de la escena. Completamente fuera del alcance de la cámara, danza, exclamando con delicia mientras vuela la flecha: «¡Oh! ¡Cuán locos pueden ser estos mortales!».
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