En una fórmula sucinta, podría decirse que el deseo es la causa y la solución de todos nuestros problemas: cuando deseamos algo –una persona, un trabajo, etc.–, a grandes rasgos estamos “extrayendo” un elemento muy particular del mundo y prestándole una gran cantidad de atención. El desear supone una falta, la cual el elemento (objeto del deseo), o su posesión, habrían de llenar. El problema es que apenas tenemos aquello que deseamos, no lo deseamos más –o deseamos algo que nunca se nos hubiera ocurrido desear. Sin entrar demasiado en la jerga lacaniana, esta falta constitutiva del deseo se llama “objeto pequeña a” (objet petit a), y es un significante que puede tomar cualquier forma en la ecuación del deseo. Por ejemplo, tal vez notemos que en nuestra vida amorosa hay algún patrón: nos gusta siempre una mujer criada por mujeres (sin influencias positivas paternas) o nos gustan los alcohólicos que se hacen daño y no nos prestan atención. Lo que indaga la clínica analítica no es sobre la moralidad de nuestro deseo, sino nuestra relación con él. ¿Por qué elegimos parejas dañinas? Tal vez porque tenemos interiorizada la consigna de ayudar a los inocentes, lo que puede hablar de un superyó sano, pero de una vida amorosa insatisfactoria. ¿Es que no podemos ser fieles a nuestros deseos? ¿Nuestro inconsciente rige, como si se tratara de la fuerza del destino, todas nuestras elecciones? No es eso, sino que la naturaleza misma del deseo es móvil y cambiante: es lo vivo de nuestra vida. "
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