miércoles, 17 de mayo de 2017

"El amor nos destrozará"; Diego Erlan

El chico se acuesta en la cama en calzoncillos, se deja envolver por el aroma a colonia de nena, busca el oso fucsia y duerme abrazado a él, sin acordarse de los gritos y los llantos de su casa. Se despierta por la mañana con los sonidos de los pájaros en una habitación soleada, con el desayuno servido en una mesa de madera de una casa limpia y ordenada en la que a nadie se le ocurre gritar. En la cocina se encuentra con Greta y se alegra de verla.
—Hola —le dice ella, saludándolo con sus ojos grandes mientras columpia sus piernas.
El chico ya no tiembla aunque todavía no sepa cómo decirle que la quiere y que le gustaría darle un beso. Entonces la abuela de la nena se acerca, lo saluda con un beso en la cabeza, le pregunta cómo durmió y le sirve jugo de naranja. Greta le pide que se apure, que tome rápido el jugo así salen a jugar, y él asiente. Le gustaría jugar a las escondidas.
—O al bosque encantado —dice ella, y aunque él no sepa cómo se juega dice que le divierte, que podrían llenar bombitas con agua y Greta abre más los ojos y la boca.
—Me divierte —dice.
—¿Y van a disfrazarse para la fiesta de esta noche? —pregunta la abuela.
—Me encantan las fiestas —dice Greta—. Me encanta el carnaval —y se incorpora y da una vuelta en el lugar, abre su pollera como las princesas y canta una canción que, según ella, es de Abba.
—¿Conocés? —pregunta.
—¿Qué?
—Abba.
El chico no tiene idea y se ríe.
—No importa —dice Greta y lo toma de la mano—. Tenemos que ir hasta el fondo para buscar las muñecas, que son tus hijas, por si no te acordás.
El chico la acompaña feliz, como si los días soleados fueran perfectos.
Y llega la tarde y el momento de cambiarse, ponerse una camisa verde fluorescente, un pantalón bermudas verde manzana. El chico deja aquella habitación con canastos y ropa de mujer, y llega hasta la puerta de la casa. Salta. Intenta volar pero no puede. Greta sale de la habitación con sus hermanas y corre hasta donde está el chico que la mira y le pregunta quién es y ella lo mira, el flequillo sobre uno de sus ojos, y dice:
—Soy Wendy. 
De la mano llegan hasta el baldío donde hay luces de navidad en los árboles y tablones a los costados con bebidas y tachos de basura con hielo. Personas disfrazadas con las narices empolvadas con harina y la madre del chico que mira todo de lejos. No tiene ganas de ir a saludarla y por eso se esconde entre la gente, de la mano de Greta, que le dice que podrían bailar y empieza a dar saltos. El chico se ríe. El chico también salta y le dice que Peter Pan vuela y Wendy le dice que Peter Pan, al final de todo, mientras se hace de noche y se encienden las luces de la calle y las guirnaldas flamean por el viento, termina por darle un beso a ella que es Wendy.
—Y después se ponen de novios.
El chico la mira.
—A lo mejor te divierte ser mi novio —dice ella.
Al chico le tiembla la pierna pero nadie se da cuenta porque ellos saltan y bailan como lo hacen los grandes. Greta lo toma de la mano y corren entre la gente. Dos chicos les tiran harina pero ella no quiere jugar con nadie más. El chico quiere cuidarla y corre más rápido que ella y ella quiere perseguirlo y cuando lo alcanza le toca el hombro con un dedo y le dice: «encantado». El chico tiene que congelarse. Y ella se detiene frente a él y se ríe y lo señala. Lo toca de vuelta y le dice «desencantado» para poder seguir con esa carrera que no los lleva a ninguna parte. El chico no sabe cómo darle un beso. Aunque ella haya dicho que Peter y Wendy se besan al final. El chico la lleva de la mano hasta la casa de su abuela, la casa de los gritos en la que esa noche no hay nadie o al menos así parece porque cuando entran solo se escucha el reloj del living. Y en ese momento el chico piensa en entregarle unas margaritas que robó del cantero de su abuela y decirle que la quiere antes de darle un beso. Y la lleva por el pasillo que parece interminable.
Entonces escuchan un grito.
Y se acercan hasta la habitación del fondo. Y el chico alcanza a ver el brazo de alguien que está tirado en el piso. Y ese podría ser el final de la historia, pero la historia no termina así. El grito de la abuela todavía retumba en la casa y la mano de Greta se aferra a la del chico. Las dos manos transpiran. El chico intenta soltarla y escucha que Greta le dice:
—No vayas. 





*6:48
Love, love will tear us apart again
Love love love love love
I was strolling down past Paris way
I walked through the streets in the light of the day
I knew that summer had arrived
When I saw your eyes, when I see you
When I hope that is was good, as it was good for me
As it was good for you, then it was good for me
Yeah, but love, love will tear us apart again
Yeah, love, love will tear us apart again

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