Aunque la tristeza tiene el aroma de lo interminable y de lo inentendible, no te das una idea de lo que agradezco que hayas estado en mi vida.
Canceriano, peronista, jugador de rugby, Lopez de apellido (pero Salvadores de pura cepa), porteño de ley, contador de historias, hincha fanático de River, amante eterno del escarabajo Vokswagen, noble, íntegro, y fundamentalmente mi super-héroe favorito.
No te fuiste Canuto, te hiciste leyenda.
lunes, 22 de octubre de 2018
lunes, 10 de septiembre de 2018
Monet sobre la necesidad del amor
Todo el mundo discute mi arte y pretende entender como si fuera necesario entender, cuando es simplemente necesario amar.
*Nothing you can make that can't be made
No one you can save that can't be saved
Nothing you can do but you can learn how to be you in time
It's easy
*Nothing you can make that can't be made
No one you can save that can't be saved
Nothing you can do but you can learn how to be you in time
It's easy
lunes, 3 de septiembre de 2018
"La invención de la soledad"; Paul Auster
La invención de la soledad. O historias de vida o muerte.
La historia comienza al final. Hablar o morir. Y mientras uno siga hablando, no morirá. La historia comienza con la muerte. El rey Schahir ha sido engañado por su esposa: “y no dejaban de besarse, abrazarse, tocarse y emborracharse”. El rey se aleja del mundo y jura no volver a sucumbir a las artimañas femeninas. Más tarde, al regresar a su trono, satisface sus deseos poseyendo a las mujeres de su reino y, una vez satisfecho, las manda ejecutar. “E hizo esto durante tres años, hasta que la tierra se quedó sin jóvenes casaderas y todas las mujeres, las madres y los padres lloraban y gritaban en contra de su rey, maldiciéndolo y quejándose al creador del cielo y de la tierra, y suplicando ayuda a Aquel que escucha y responde a las plegarias de aquellos que lo invocan; y aquellos que tenían hijas huyeron con ellas, hasta que no quedó una sola chica soltera en la ciudad.”
Entonces, Scherezade, la hija del visir, se ofrece para entregarse al rey (“Su memoria estaba llena de todo tipo de versos, cuentos, leyendas, además de dichos de reyes y eruditos y era sabia, prudente y bien educada”). Su padre, desesperado, intenta disuadiría pensando que se encamina a una muerte segura, pero ella permanece impasible: “Cásame con este rey, pues o bien seré el medio para salvar de la muerte a las hijas de los musulmanes, o pereceré como han perecido otras”. Se va a dormir con el rey y pone en práctica su plan: “contar... historias encantadoras para velar su sueño...; yo seré el instrumento de mi salvación y de la liberación del pueblo de esta calamidad, y gracias a mí el rey cambiará su costumbre”.
El rey acepta escucharla y ella comienza su relato, que es un cuento sobre la narración de cuentos, una historia con varias historias dentro, cada una de ellas acerca de la narración de cuentos, gracias a la cual un hombre se salva de la muerte.
Comienza a despuntar el alba y en la mitad de la primera historia dentro de otra historia, Scherezade se queda callada. “Esto no es nada en comparación con lo que te contaré mañana por la noche -le dice-, si me dejas vivir.” Y el rey se dice a sí mismo:
“Por Alá que no la mataré hasta que escuche el resto del cuento”. La joven continúa así durante tres noches, dejando los cuentos inconclusos y haciendo referencias a la historia del día siguiente, donde ha acabado el primer ciclo de cuentos y donde comienza uno nuevo. En realidad, es cuestión de vida y muerte. La primera noche, Scherezade comienza con “El genio y el mercader”: un hombre se detiene a comer en un jardín (un oasis en el desierto), arroja el hueso de un dátil, y ve que “un gigantesco genio aparece ante él, con una espada en la mano, se acerca y le dice:
»-Levántate que te mataré, igual que tú has matado a mi hijo.
»-¿Y cómo lo he matado? -pregunta el mercader.
»-Cuando arrojaste el hueso del dátil -respondió el genio-, éste golpeó el pecho de mi hijo que pasaba por allí y murió de inmediato.”
Aquí aparece la culpa del inocente (al igual que en el destino de las jóvenes casaderas del reino) y al mismo tiempo el nacimiento de un hechizo: convertir un pensamiento en una cosa, hacer que lo invisible cobre vida. El mercader pide piedad y el genio acepta posponer la ejecución, pero exactamente un año más tarde debe volver a ese mismo lugar, donde el genio cumplirá con la sentencia. Ya se vislumbra un paralelismo con la situación de Scherezade, ya que ella también pretende retrasar su ejecución.
Sembrando aquella idea en la mente del rey, defiende su caso, aunque de tal forma que el rey no lo sospecha; pues ésta es la función del cuento: hacer que un hombre vea una cosa ante sus ojos, mientras se le enseña otra distinta.
Pasa el año y el mercader, fiel a su palabra, vuelve al jardín, donde se sienta y comienza a llorar. Entonces pasa por allí un anciano tirando de una gacela con una cadena y le pregunta al mercader qué le ocurre. El anciano se queda fascinado con la historia del mercader (como si su vida fuera un cuento, con un comienzo, medio y final, una ficción creada por otra mente; y en efecto así es) y decide quedarse a esperar a ver qué sucede. Entonces pasa otro anciano con dos perros negros, la conversación se repite y él también se sienta a esperar. Enseguida aparece un tercer viejo, tirando de una mula moteada y la historia se repite una vez mas. Por fin aparece el genio en “una nube de polvo y un enorme torbellino que surge del corazón del desierto”, y justo cuando está a punto de decapitar al mercader con su espada, el primer anciano da un paso al frente y le dice:
“-Si te cuento una historia sobre esta gacela, ¿me darás un tercio de la sangre del mercader?”
Aunque parezca sorprendente, el genio acepta, del mismo modo que el rey ha aceptado escuchar el cuento de Scherezade, de buena gana y sin dudarlo.
Hay que destacar que el anciano no intenta defender al mercader tal como sucedería en un juzgado, con argumentos, ideas y pruebas. Eso haría que el genio observara lo que de hecho ya ve, y él tiene una idea formada sobre ese asunto. Por el contrario, el anciano desea alejarlo de los hechos y de la idea de la muerte, deleitándolo (literalmente, engatusar, del latín delectare) con una nueva idea de la vida, que más adelante lo hará renunciar a la obsesión de matar al mercader. Una obsesión como ésta lo encierra a uno entre los muros de su soledad y no le permite ver otra cosa que sus propios pensamientos. Un cuento, sin embargo, al no ser un argumento lógico, rompe esos muros; da por sentada la existencia de otros y hace que el que escucha se ponga en contacto con ellos, al menos en sus pensamientos.
El anciano se enfrasca en un relato descabellado:
“-Esta gacela que ves aquí -le dice-, en realidad es mi esposa. Durante treinta años vivió conmigo y en todo ese tiempo no pudo tener ningún hijo. -(Otra vez la alusión al niño ausente, el niño muerto, el que no ha nacido, que devuelve al genio a su propio dolor pero a su vez, de forma indirecta, a un mundo donde la vida y la muerte son equivalentes.)- Así que tomé una concubina y tuve con ella un hijo como una luna llena, con ojos y cejas de perfecta belleza...”
Cuando el hijo tenía quince años, el anciano se fue a otra ciudad (él también es un mercader), y en su ausencia, la esposa celosa se sirvió de la magia para convertir al niño y a su madre en un ternero y una vaca. Cuando regresó, la mujer le dijo: “Tu esclava murió y su hijo huyó”.
Después de un año de duelo, la vaca fue sacrificada, según los planes de la esposa celosa, pero cuando el hombre estaba a punto de matar al ternero, no pudo hacerlo.
“-Y cuando el ternero me miró, rompió su cuerda, se aproximó a mí y gimió y sollozó, hasta que me compadecí y dije: “Traedme una vaca y dejad ir a este ternero .”
Más adelante, la hija del pastor, también versada en el arte de la magia, descubrió la verdadera identidad del ternero y lo devolvió a su estado natural después de que el mercader le concediera dos deseos (casarse con su hijo y hechizar a la esposa celosa, convirtiéndola en un animal, para “estar a salvo de sus brujerías”). Pero la historia no acaba allí:
“-La esposa de mi hijo vivió con nosotros días y noches y noches y días -continuó el anciano-, hasta que Dios se la llevó; y después de su muerte mi hijo salió de viaje rumbo a la India, la tierra de donde viene este mercader; y más adelante yo cogí a la gacela y viajé con ella de un sitio a otro buscando a mi hijo, hasta que el azar me llevó a este jardín donde encontré a este mercader llorando. Esta es mi historia”.
El genio reconoce que es una historia maravillosa y le promete al viejo la tercera parte de la sangre del mercader.
A su vez, los otros dos viejos le proponen el mismo acuerdo al genio y comienzan sus relatos de forma similar:
“-Estos dos perros son mis hermanos mayores -dice el segundo anciano.
»-Esta mula era mi esposa -dice el tercero.”
Estos enunciados revelan la esencia de todo el plan, pues ¿qué significado tiene el hecho de mirar algo, un objeto real perteneciente al mundo real, por ejemplo un animal, y afirmar que en realidad es otra cosa? Es igual que decir que cada cosa tiene dos vidas simultáneas, en el mundo y en nuestra mente, y que negar cualquiera de las dos es como matarla en ambas vidas a la vez. En los relatos de los tres ancianos hay dos espejos enfrentados y cada uno refleja la luz del otro. Ambos están encantados, son reales e imaginarios a la vez, y cada uno de ellos existe gracias al otro. No cabe duda de que se trata de una cuestión de vida o muerte. El primer anciano ha llegado a aquel jardín en busca de su hijo, mientras que el genio ha ido a vengar al involuntario asesino de su hijo. Lo que el anciano intenta decirnos es que nuestros hijos siempre son invisibles. Es la verdad más simple: la vida pertenece sólo a aquel que la vive; la vida misma se encargará de reclamar a los vivos; vivir es dejar vivir. Y al final, gracias a estos tres relatos, el mercader salva su vida.
Así es como comienza Las Mil y una noches. Al final de esta crónica, cuento tras cuento, se obtiene un resultado concreto que da lugar a la inmutable solemnidad de un milagro. Scherezade le da tres hijos al rey y otra vez la lección se vuelve clara. Una voz que habla, la voz de una mujer, contando cuentos de vida y muerte y del poder de dar vida:
“-¿Puedo pedirte un favor, majestad?
»-Pídelo, oh Scherezade -respondió él-, y te será concedido.
»-Traedme a mis hijos -les dijo ella entonces a las criadas y los eunucos.
»Se los trajeron de inmediato, y eran tres niños varones; uno caminaba, otro andaba a gatas y otro aun mamaba del pecho. Ella los cogió y poniéndolos frente al rey, besó el suelo y dijo:
»-¡ Oh, rey de todos los tiempos, éstos son tus hijos! Te ruego que me perdones la vida, por el bien de estos niños.
»Cuando el rey oyó esas palabras, comenzó a llorar. Abrazó a los pequeños entre sus brazos y declaró su amor por Scherezade.
»Entonces decoraron la ciudad de forma grandiosa, como nunca se había visto antes, y sonaron los tambores y las gaitas, mientras todos los bufones, los saltimbanquis y los músicos desplegaron sus diversas artes y el rey los llenó de regalos y dádivas.
Además dio limosna a los pobres y necesitados y fue generoso con todos sus súbditos y la gente de su reino.”
viernes, 31 de agosto de 2018
Keizan Jokin sobre la vacuidad
No busquemos ni esperemos nada.
Ni budas ni demonios que nos puedan sorprender.
No seamos inquietados ni atemorizados.
Contemplemos el monte, vivamos en el monte.
Contemplemos el arroyo, vivamos en el arroyo.
Queramos acostarnos y acostémonos.
Queramos levantarnos y levantémonos.
No amemos ni odiemos los sonidos.
No amemos ni odiemos las formas.
Como el reflejo de la luna en el agua.
Como un rostro en un espejo,
que sigue siendo luna,
que sigue siendo rostro,
el Dharma no se turba.
La palabra es como el croar de las ranas.
El silencio es como una columna.
Sin miedo del infierno ni deseo del paraíso,
abarquemos todo el cosmos.
Ni budas ni demonios que nos puedan sorprender.
No seamos inquietados ni atemorizados.
Contemplemos el monte, vivamos en el monte.
Contemplemos el arroyo, vivamos en el arroyo.
Queramos acostarnos y acostémonos.
Queramos levantarnos y levantémonos.
No amemos ni odiemos los sonidos.
No amemos ni odiemos las formas.
Como el reflejo de la luna en el agua.
Como un rostro en un espejo,
que sigue siendo luna,
que sigue siendo rostro,
el Dharma no se turba.
La palabra es como el croar de las ranas.
El silencio es como una columna.
Sin miedo del infierno ni deseo del paraíso,
abarquemos todo el cosmos.
martes, 14 de agosto de 2018
"Lo que nos gusta es otro de nuestros sentidos"; Luis Pescetti
En relación a la cantidad de veces que escuchamos
“No se puede hacer siempre lo que te gusta”, corregimos:
hacé siempre lo que te gusta.
No dejes de hacerlo cuando no salga como querés,
cuando lo que te gusta fracase o no tenga la respuesta esperada.
No dejes de buscarlo porque queda lejos
o parezca un gran desafío, o porque se pone difícil.
Hacé lo que te gusta y de la mejor manera posible, no chapuceramente.
Aprendé el oficio, sé un buen fan de lo que te gusta.
Hacelo y contagiá a los demás,
convencelos de lo que te gusta.
Trabajá de lo que te gusta; pero, si no es posible hoy, fijate qué podés hacer
para que hoy te guste hacerlo… no digamos todo el día
pero sí una buena media hora que irradie energía
al resto de la jornada
(por lo menos dedicale el día a quien te gusta).
Mientras, seguí puliendo lo que te gusta,
seguí entendiéndolo,
fiel, tenaz y amorosamente.
La naturaleza, o quién sea si creés en algo, nos dio eso, el gusto,
para guiarnos en lo infinito.
No es un capricho, es un mapa,
es otro de nuestros sentidos,
otra piel, otros oídos.
No lo traiciones, ni dejes que sea tu tirano,
como no idolatrás a tus ojos
ni te los tapás para salir a la calle.
Lo que te gusta es algo inquieto, se mueve,
no se lleva bien con las repeticiones, ni siquiera de sí mismo.
Agotá lo que te gusta y seguí adelante, si es el caso; pero
tampoco tengas miedo de quedar atado a alguien.
Permanecé,
sé fiel a quien te gusta.
El gusto es un pozo profundo.
Nos acostumbramos a que los titulares sean más grandes
a medida que crecen las ofertas,
pero esto es distinto: no va a levantar su voz evidente.
Sólo porque viaja como la luz de una estrella
en ocasiones de milagro la distinguimos
en medio de tantos brillos del mundo.
Lo que nos gusta
es la luminosidad de nuestras estrellas.
Sabremos guiarnos con ellas
hacia ellas.
“No se puede hacer siempre lo que te gusta”, corregimos:
hacé siempre lo que te gusta.
No dejes de hacerlo cuando no salga como querés,
cuando lo que te gusta fracase o no tenga la respuesta esperada.
No dejes de buscarlo porque queda lejos
o parezca un gran desafío, o porque se pone difícil.
Hacé lo que te gusta y de la mejor manera posible, no chapuceramente.
Aprendé el oficio, sé un buen fan de lo que te gusta.
Hacelo y contagiá a los demás,
convencelos de lo que te gusta.
Trabajá de lo que te gusta; pero, si no es posible hoy, fijate qué podés hacer
para que hoy te guste hacerlo… no digamos todo el día
pero sí una buena media hora que irradie energía
al resto de la jornada
(por lo menos dedicale el día a quien te gusta).
Mientras, seguí puliendo lo que te gusta,
seguí entendiéndolo,
fiel, tenaz y amorosamente.
La naturaleza, o quién sea si creés en algo, nos dio eso, el gusto,
para guiarnos en lo infinito.
No es un capricho, es un mapa,
es otro de nuestros sentidos,
otra piel, otros oídos.
No lo traiciones, ni dejes que sea tu tirano,
como no idolatrás a tus ojos
ni te los tapás para salir a la calle.
Lo que te gusta es algo inquieto, se mueve,
no se lleva bien con las repeticiones, ni siquiera de sí mismo.
Agotá lo que te gusta y seguí adelante, si es el caso; pero
tampoco tengas miedo de quedar atado a alguien.
Permanecé,
sé fiel a quien te gusta.
El gusto es un pozo profundo.
Nos acostumbramos a que los titulares sean más grandes
a medida que crecen las ofertas,
pero esto es distinto: no va a levantar su voz evidente.
Sólo porque viaja como la luz de una estrella
en ocasiones de milagro la distinguimos
en medio de tantos brillos del mundo.
Lo que nos gusta
es la luminosidad de nuestras estrellas.
Sabremos guiarnos con ellas
hacia ellas.
lunes, 6 de agosto de 2018
"Y un día Nico se fue.."; Osvaldo Bazán
Durante años, cada noche, después de ver juntos la novela brasilera que seguíamos por la tele, poníamos un disco, yo corregía los ejercicios de literatura o preparaba alguna clase y él estudiaba. Tan unidos estuvimos que a veces, él corregía los ejercicios de mis alumnos y yo me entretenía con sus libros mientras tomábamos termos y termos de mate amargo hasta que uno de los dos levantaba la vista ya cansado de tanto leer y decía que bueno, que basta por hoy. Entonces quizás nos dábamos un beso y nos íbamos a acostar.
En los seis años de romance todas las noches que dormimos juntos, nos acostamos al mismo tiempo. Nunca se nos hubiera ocurrido que uno se fuera a dormir y el otro se quedara haciendo algo en el comedor.
No, no sé por qué, pero fue así.
Nos daban ganas de dejar todo e ir acostarnos juntos. Y hacer chistes sonsos en la cama hasta caer rendidos de sueño.
O ser el primero en pedir: “¿Me traés un vaso de soda rebajada con un poquito de agua?”.
Y después otro beso.
Y después jugar a escribir letras de canciones de Los Redonditos de Ricota. (Teníamos una, Yo morderé tu empanada turca, que nos hacía morir de risa.) Teníamos un juego que era el de buscar nombres para hipotéticas autobiografías. Yo me acosté con cada cosa era una buena. Nico quería que su autobiografía se llamase ¿Qué mirás, puto dé mierda? A mí el título me parecía vendedor solo que un poco fuerte para el mercado editorial del país.
Y un poco de sexo tranquilo y suave con la piel tersa y descansada.
Con los brazos rodeando los brazos y las piernas memorizándose, mientras la ciudad se mandaba a guardar para volver a ponerse
en venta al día siguiente. Y quizás despertarse de madrugada
y acurrucarse frente al cuerpo caliente del otro, la mejor comprobación
de que no estabas solo.
De que eras algo para alguien.
De que alguien en el mundo pensaba en vos.
No, no es que esté triste.
A mí Gustavo ya me lo explicó.
Lo que pasa es que tengo problemas para enfrentar la realidad.
La realidad es que ahora duermo solo.
Y me aburro.
Y no tengo con quién inventar canciones de los Redonditos ni autobiografías
truchas.
Pero sacando ese problema lo demás todo bien.
Claro que todo lo demás me importa un carajo, pero eso lo estamos
trabajando con Gustavo dos veces por semana.
En serio, yo creo que no me falta mucho para el alta.
jueves, 2 de agosto de 2018
Zen a la luz de la luna
La experiencia de la iluminación ni quita ni pone nada a lo real existente.
Solo lo ilumina.
Un poema zen dice:
Solo lo ilumina.
Un poema zen dice:
lunes, 30 de julio de 2018
"El poder del mito"; Joseph Campell
CAMPBELL: Los mitos inspiran la realización de la posibilidad de tu perfección, la plenitud de tu fuerza y el aporte de luz solar en el mundo. Matar monstruos es matar las cosas oscuras. El mito te atrapa en tu interior. De niño, lo tomas en un sentido, como yo leyendo las historias indígenas. Después, el mito te dice más, y más, y más todavía. Creo que cualquiera que se haya ocupado seriamente de ideas míticas o religiosas te dirá que las aprendemos en la infancia en un nivel, pero luego se revelan muchos niveles diferentes. Los mitos son infinitos en su revelación.
MOYERS: ¿Cómo mato a ese dragón que hay en mí? ¿Cuál es el viaje que cada uno tiene que hacer, lo que tú llamas «la elevada aventura del alma»?
CAMPBELL: Mi fórmula general para mis estudiantes es: «Seguid el camino de vuestro corazón. Encontrad dónde está, y no temáis internaros allí»
MOYERS: ¿Es mi trabajo o mi vida?
CAMPBELL: Si el trabajo que estás haciendo es el que elegiste hacer porque lo disfrutas, entonces es el trabajo. Pero si piensas: « ¡Oh, no! ¡No podría hacerlo!», es el dragón bloqueándote el paso. «No, no, yo no podría ser escritor» o «No, no, yo jamás podría hacer lo que hace Fulano».
MOYERS: En este sentido, a diferencia de héroes como Prometeo o Jesús, no partimos en nuestro viaje para salvar al mundo sino para salvarnos a nosotros mismos.
CAMPBELL: Pero al hacerlo, salvas al mundo. La influencia de una persona vital vitaliza, de eso no hay duda alguna. El mundo sin espíritu es un terreno baldío. La gente tiene la idea de que se puede salvar el mundo cambiando las cosas de lugar, cambiando las reglas, cambiando de lugar a los que mandan, y cosas así. ¡No, no! Cualquier mundo es válido si está vivo. Lo que hay que hacer es darle vida, y el único modo de hacerlo es hallar en tu propio caso dónde está la vida, y volverte vivo tú mismo.
MOYERS: Cuando emprendo ese viaje y bajo por mis caminos interiores y mato a esos dragones, ¿debo hacerlo solo?
CAMPBELL: Si tienes alguien que pueda ayudarte, está bien también. Pero en última instancia, la hazaña final tendrá que ser obra tuya. Psicológicamente, el dragón es la atadura que nos une a nuestro yo. Estamos presos en nuestra propia jaula de dragón. El problema del psiquiatra es desintegrar ese dragón, quebrarlo, de modo que puedas expandirte a un campo de relaciones más amplio. El dragón final está dentro de ti, es tu yo clavándote sus garras.
jueves, 26 de julio de 2018
"La poesía nunca es compromiso"; Leonore Kandel
La poesía nunca es compromiso. Es la manifestación/traducción de una mirada, de una iluminación, de una experiencia. Si uno compromete la mirada, se convierte en un profeta ciego.
Hoy no tiene sentido la poesía que existe principalmente como un ejercicio de destreza. El arte es valioso en la medida en que le sirve de partera radiante a la claridad, a la belleza, a las visiones: cuando se enamora de él mismo produce la masturbación de la palabra.
Los poemas que escribo tienen que ver con todos los aspectos de la criatura y de ese universo total a través del que se mueve. El objetivo es incrementar la conciencia. Puede ser la conciencia de la forma en que un pájaro rompe el cielo con su vuelo o la conciencia de la dificultad y la necesidad de confianza o la conciencia del deseo de conciencia y también del miedo de la conciencia. Esto se puede trabajar a través de la belleza o del impacto o de la risa pero la dirección es siempre hacia una vista más clara, tanto interior como exterior.
Esto exige sinceridad entre el poeta y el poema. Una sinceridad que a veces es gozosa y a veces dolorosa, para el poeta, para el lector, o para ambos. Dos poemas míos, que fueron publicados en un librito, tratan del amor físico y de la invocación, del reconocimiento y de la aceptación de la divinidad en el hombre a través del amor físico como vehículo. En otras palabras, se siente bien. Tan bien que uno puede salir del ego particular y compartir la gracia del universo. Esta afirmación simple y bastante autoevidente, ampliada y ejemplificada poéticamente, hizo surgir un fervor difícil de creer. Y gran parte del fervor lo causaba el uso poético de ciertas palabras de cuatro letras de origen anglosajón en lugar de su sustitución por eufemismos blandos.
Esto trae a colación la cuestión del lenguaje poético. Cualquier cosa que sea lenguaje es lenguaje poético y si la palabra que necesita el poeta no existe en el idioma que conoce, entonces le corresponde a él descubrirla. La única condición es que la palabra sea la palabra que demanda el poema y de eso, solo el poeta puede ser el juez.
Los eufemismos que se eligen por miedo son un pacto con la hipocresía y enseguida van a destruir el poema; y eventualmente, al poeta.
Cualquier forma de censura, sea mental, moral, emocional o física; sea de adentro hacia fuera o de afuera hacia dentro, es una barrera para la autoconciencia.
No necesariamente es cómoda.
No necesariamente es segura.
La poesía salió de las aulas a la calle y por eso provocó una corriente de polinización cruzada, muchos de los frutos se producen en los dos medios. La academia tendía a cultivar el miedo a la ofensa, por ej. eso que podía ofender a alguien. Muchas veces las visiones y el lenguaje, ambos, se disminuían y se silenciaban, y ocurría demasiado que el poema se volvía un vehículo para el ejercicio literario.
La poesía de la calle elude la trampa del miedo, pero muchas veces pierde la visión por una falta de claridad, por un descuido, por una falta del arte del oficio.
La poesía como poesía no necesita que la clasifiquen en ninguno de los casilleros anteriores ni en ningún otro. Existe. Y no puede existir acompañada de la censura.
Cuando un poeta censura su mirada, nunca más dice la verdad tal como la ve. Cuando censura el lenguaje del poema, no usa esas palabras que, para él, son las palabras perfectas para usar. Esta autoatrofia resulta en una limitación artificial impuesta sobre un arte cuya dirección está más allá de los límites de lo concebible.
No existen barreras para la poesía ni para la profecía, que por naturaleza son rompe-barreras, estallidos de percepciones, líneas al infinito. Si un poeta miente acerca de su mirada, miente acerca de sí mismo y, en sí mismo; esto produce una barrera verdadera. Cuando, por escapar del miedo, un poeta usa otro lenguaje distinto del que es perfecto para el poema, se vuelve una persona miedosa y oportunista.
Cuando un agente externo asume la responsabilidad de intentar censurar la poesía, lo que está censurando es la aceptación de la verdad y el salto a la revelación.
Cuando una sociedad se vuelve temerosa de sus poetas, se tiene miedo a sí misma. Y una sociedad que se tiene miedo a sí misma encarna otra definición del infierno. Un poema que se escribe y se publica se pone a disposición de los que lo quieran leer. Para mí, esto implica una responsabilidad primaria de parte del poeta: decir la verdad tal como la ve. Que la diga de la manera más hermosa y más sorprendente que pueda; que encienda su propio sentido de la maravilla, que trabaje con la alquimia que está dentro del lenguaje, que es la forma y la existencia misma de la poesía.
Una buena parte de la audiencia de la poesía moderna es joven. Nos movemos en un mundo donde las polaridades y las posibilidades de la vida y la muerte existen como una conciencia constante. Una vez que el concepto y la disponibilidad del exceso se volvieron de público conocimiento, el aura de la posibilidad de la muerte cósmica se hizo visible. Ha habido épocas en que los jóvenes podían deslizarse suavemente en las vidas de sus mayores, en las que si querían ignorar los asuntos más profundos de la humanidad, de las relaciones del hombre con el hombre, se les hacía más fácil. Estos no son aquellos tiempos, y las elecciones de los jóvenes son profundas y difíciles. A los dieciocho, los chicos tienen que decidir si van a participar del pasatiempo nacional de la muerte. Pero un gran número de ellos son llamados a manifestar una forma de vida distinta, inclinada al placer, a la iluminación y a la preocupación mutua, en vez de aceptar el mundo de la guerra y la desesperación personal que la mayoría de sus adultos les ha venido ofreciendo.
Hay elecciones importantes que hacer y no hay evasión posible.
Los que leen poesía moderna lo hacen por placer, por intuición y a veces por consejo. Lo menos que pueden esperar es que el poeta que comparte su mirada y sus experiencias con ellos lo haga sin hipocresía. Comprometer a la poesía a través de la conveniencia es un pequeño asesinato del alma.
miércoles, 13 de junio de 2018
"Alicia a través del espejo"; Lewis Carroll
-Quiero decir que, ¿qué es un regalo de incumpleaños?
-Pues un regalo que se hace en un día que no es de cumpleaños, naturalmente.
Alicia se quedó considerando la idea un poco, pero al fin dijo:
-Prefiero los regalos de cumpleanos.
-¡No sabes lo que estás diciendo! -gritó Humpty Dumpty. -A ver: ¿cuántos días tiene el año?
-Trescientos sesenta y cinco -respondió Alicia.
-¿Y cuántos días de cumpleaños tienes tú?
-Uno.
-Bueno, pues si le restas uno a esos trescientos sesenta y cinco días, ¿cuántos te quedan?
-Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.
Humpty Dumpty no parecía estar muy convencido de este cálculo. -Me gustaría ver eso por escrito -dijo.
Alicia no pudo menos de sonreir mientras sacaba su cuaderno de notas y escribia en él la operación aritmética en cuestión:
365
-1
-----
364
Humpty Dumpty tomó el cuaderno y lo consideró con atención. -Sí, me parece que está bien... -empezó a decir.
-Pero, ¡si lo está leyendo al revés! -interrumpió Alicia.
-¡Anda! Pues es verdad, ¿quién lo habría dicho? -admitió Humpty Dumpty con jovial ligereza mientras Alicia le daba la vuelta al cuaderno. -Ya decía yo que me parecía que tenía un aspecto algo rarillo. Pero en fin, como estaba diciendo, me parece que está bien hecha la resta... aunque, por supuesto no he tenido tiempo de examinarla debidamente... pero, en todo caso, lo que demuestra es que hay trescientos sesenta y cuatro días para recibir regalos de incumpleaños...
-Desde luego --asintió Alicia.
-¡Y sólo uno para regalos de cumpleaños! Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!
-No sé qué es lo que quiere decir con eso de la «gloria» -observó Alicia.
Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
-Pues claro que no..., y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que «ahí te he dado con un argumento que te ha dejado bien aplastada».
-Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» -objetó Alicia.
Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso -quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
-La cuestión -insistió Alicia -es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
martes, 20 de marzo de 2018
I - ching, Astrología y Tarot sobre la paciencia
Ser pacientes es ser como los brotes que tienen los árboles en primavera. De algún modo, esas hojas ya saben que van a terminar coloreando de amarillo a los charquitos de otoño. Y sin embargo, se las arreglan para pintar de esmeralda la planta baja del cielo.
Que el zorro no se moje la cola significa que plantó una semilla en algún lado del bosque. Y que no está todos los días moviendo la tierra con el hocico para ver si ya echó raíces.
Que Neptuno esté en aspecto a Marte puede decir que no sabemos para dónde vamos, pero que vamos bien. Que podemos estar firmes y seguros en la incertidumbre de conocernos, porque acaso no hay aventura mas bella en la vida que esta. Es un saber sin saber, es pura acción consciente de la nada.
Que haya salido La Papisa significa que necesito esperar tu respuesta y nuestra charla. Porque sé que no lo digo todo, y que vos cuando hablas sumas sentido y dirección a lo que digo.
Ser lentos y delicados no significa no esforzarse y caer en la monotonía del agobio y del "y buehhh". Es pedirle a cada momento lo que éste puede dar, y con eso sumar ladrillos para Wonderland.
Ser pacientes es entender que lo que el otro puede darnos es distinto de lo que a veces pedimos. No, que no estoy diciendo que sea mejor o peor, tan sólo distinto. Y acá hay un tesoro si lo sabemos desenterrar.
jueves, 8 de marzo de 2018
"Sé todos los cuentos"; León Felipe
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
jueves, 1 de marzo de 2018
"Hay perros que mueren de la muerte de su amo"; Hugo Mujica
Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo
que no se agitan,
tiemblan.
Y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
donde morir de carne,
pero no llora como quien lo hace
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo
que no se agitan,
tiemblan.
Y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
donde morir de carne,
pero no llora como quien lo hace
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.
jueves, 22 de febrero de 2018
"El yo minimalista y otras conversaciones"; Michel Foucault
Pero, a propósito de polémicas, ha expresado claramente que no le agrada y no aceptará ese tipo de discusiones en las que se “hace mímica de la guerra y una parodia de la justicia”. Podría explicarme más claramente cuál era el sentido al decirlo?
Lo que más me fastidia de las discusiones ideológicas es que uno, necesariamente, se deja arrastrar por el “modelo de guerra”. Lo que significa que cuando uno se encuentra frente a frente a alguien con ideas distintas de las propias, uno siempre es llevado a identificar a esa persona como enemigo (de su clase, de su sociedad, etcétera). Y sabemos que es necesario combatir al enemigo hasta triunfar sobre él. Este gran tema de la contienda ideológica, realmente me ha perturbado. En primer lugar, porque las coordenadas teóricas de cada uno de nosotros, con frecuencia, no, siempre, son confusas y fluctuantes, especialmente si son observadas desde su génesis.
Más aún, esta “lucha” que uno trata de sostener con el “enemigo”, ¿no podría ser simplemente una manera de hacer que una disputa trivial, sin mayor importancia, parezca más seria de lo que realmente es? A lo que me refiero es: ¿no intentan ciertos intelectuales ganar con su “lucha ideológica” mayor peso político que el que tienen? Un libro se consume rápido, ya se sabe. Un artículo, bueno… ¿Qué es más difícil: tomar parte en una lucha contra el “enemigo” o investigar, juntos o separadamente quizás, los problemas importantes que se plantean? Entonces, le digo: considero este “modelo de guerra” no sólo un poco ridículo, sino también bastante peligroso. Porque como uno dice o piensa “estoy peleando contra el enemigo”, si un día uno se encuentra en posición de superioridad, y en una situación de lucha real, frente al odiado “enemigo” ¿no se lo trataría como si así lo fuera?. La adopción de ese camino conduce directamente a la opresión, no importa quién lo tome: ése es el camino real. Yo comprendo lo placentero que puede ser para algunos intelectuales pretender ser tomados en serio por un partido o una sociedad, actuando en una “guerra” contra un adversario ideológico: pero eso es muy perturbador, más que nada, por lo que podría provocar. ¿No sería mucho mejor, en cambio, pensar que aquellos con los que se disiente posiblemente estén equivocados; o quizás, que no se ha entendido bien lo que intentaban decir?
Lo que más me fastidia de las discusiones ideológicas es que uno, necesariamente, se deja arrastrar por el “modelo de guerra”. Lo que significa que cuando uno se encuentra frente a frente a alguien con ideas distintas de las propias, uno siempre es llevado a identificar a esa persona como enemigo (de su clase, de su sociedad, etcétera). Y sabemos que es necesario combatir al enemigo hasta triunfar sobre él. Este gran tema de la contienda ideológica, realmente me ha perturbado. En primer lugar, porque las coordenadas teóricas de cada uno de nosotros, con frecuencia, no, siempre, son confusas y fluctuantes, especialmente si son observadas desde su génesis.
Más aún, esta “lucha” que uno trata de sostener con el “enemigo”, ¿no podría ser simplemente una manera de hacer que una disputa trivial, sin mayor importancia, parezca más seria de lo que realmente es? A lo que me refiero es: ¿no intentan ciertos intelectuales ganar con su “lucha ideológica” mayor peso político que el que tienen? Un libro se consume rápido, ya se sabe. Un artículo, bueno… ¿Qué es más difícil: tomar parte en una lucha contra el “enemigo” o investigar, juntos o separadamente quizás, los problemas importantes que se plantean? Entonces, le digo: considero este “modelo de guerra” no sólo un poco ridículo, sino también bastante peligroso. Porque como uno dice o piensa “estoy peleando contra el enemigo”, si un día uno se encuentra en posición de superioridad, y en una situación de lucha real, frente al odiado “enemigo” ¿no se lo trataría como si así lo fuera?. La adopción de ese camino conduce directamente a la opresión, no importa quién lo tome: ése es el camino real. Yo comprendo lo placentero que puede ser para algunos intelectuales pretender ser tomados en serio por un partido o una sociedad, actuando en una “guerra” contra un adversario ideológico: pero eso es muy perturbador, más que nada, por lo que podría provocar. ¿No sería mucho mejor, en cambio, pensar que aquellos con los que se disiente posiblemente estén equivocados; o quizás, que no se ha entendido bien lo que intentaban decir?
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