viernes, 1 de noviembre de 2019

"La pasión según GH"; Clarice Lispector

Estoy buscando, estoy buscando. Estoy intentando comprender. Intentando dar a alguien lo que viví y no sé a quién, no me quiero quedar con lo que viví. No sé qué hacer con eso, le tengo miedo a esta desorganización profunda. No confío en lo que me pasó. ¿Me pasó algo que yo, por el hecho de no saber cómo vivirlo, lo viví como si fuera otra cosa? A eso querría llamarlo desorganización, y tendría la seguridad de aventurarme, porque después sabría a dónde volver: a la organización anterior. A eso prefiero llamarlo desorganización pues no quiero confirmarme en lo que viví –en la confirmación de mí perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.

Si me confiara y me considerara verdadera, estaría perdida porque no sabría dónde encajar mi nuevo modo de ser –si avanzara en mis visiones fragmentarias, el mundo entero debería transformarse para tener un lugar en él.
Perdí algo que me era esencial, y que ya no lo es más. No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna que hasta entonces me imposibilitaba caminar pero que hacía de mí un trípode estable. Perdí esa tercera pierna. Y volví a ser una persona que nunca fui. Volví a tener lo que nunca tuve: sólo dos piernas. Sé que es sólo con dos piernas que puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta y me asusta, era ella la que hacía de mí algo encontrable por mí misma, y sin ni siquiera tener que buscarme.
¿Estoy desorganizada porque perdí lo que no necesitaba? En ésta mi nueva cobardía –la cobardía es lo que de más nuevo ya me aconteció, es mi mayor aventura, esta mi cobardía es un campo tan amplio, que sólo una gran valentía me permite aceptarla–, en mi nueva cobardía que es como despertar en la mañana en la casa de un desconocido, no sé si tendré el valor de simplemente andar. Es difícil perderse. Es tan difícil que probablemente encontraré rápido un modo de hallarme, aunque hallarme sea de nuevo la mentira de la que vivo. Hasta ahora encontrarme era ya tener una idea de la persona y adherirme a ella: en esa persona organizada me encarnaba, y no sentía el gran esfuerzo de construcción que era vivir. La idea que yo me hacía de la persona provenía de mi tercera pierna, de aquella que me sujetaba al suelo. Pero, ¿y ahora? ¿seré más libre?
No. Sé que todavía no estoy sintiendo libremente, que estoy pensando de nuevo porque tengo como objetivo encontrar –y que por seguridad llamaré encontrar al momento en que encuentre una forma de salir. ¿Por qué no tengo el valor de encontrar sólo una forma de entrada? Oh, sé que entré, sí. Pero me asusté porque no sé a dónde conduce esa entrada. Y nunca antes me había dejado llevar, a menos que supiese para qué.


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