El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos. El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor. En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo. El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo). El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que encarna y, lo que es más, se cree capaz. La conspiración consiste en crear juntos un espacio, un lugar de exención, necesariamente temporal, de la herida incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites (hablar de «volver al útero» es una vulgar simplificación). Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. No hay altruismo en el deseo. Al principio están implicados dos cuerpos y la exención, siempre y cuando se logre, los protege a ambos. La exención es inevitablemente breve y, sin embargo, lo promete todo. La exención suprime la brevedad y con ella las penas asociadas a la angustia de lo efímero. Ante la mirada de una tercera persona, el deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad.
SOS ESA SILLA PRECIOSA DE LOS AÑOS 60 QUE ENCONTRÉ EN EL EJERCITO DE SALVACIÓN Te traje a casa Te mostré mis libros y las tetas Te leí algún que otro poema cursi No me imaginé las termitas Que te vaciaban por dentro Hasta que quise apoyarme en vos Lo barato sale caro Se mira y no se toca Acá nacen los etcéteras Soldado lleno de heridas Donde quise meter la mano Crujidos de dolor. Desde afuera no se notaba. FRASES HECHAS O CÓMO SE SUPONE QUE EL “PODRÍA SER PEOR” SEA UNA FORMA DE CONSUELO Al que madruga lo desvelan los recuerdos Es mi comportamiento autodestructivo y me masturbo por teléfono con un ex que me hizo mierda y no veo hace seis años si quiero No hay ataque de pánico que por angustia reprimida no venga Depresión clínica mata galán Dime con quien te masturbas y te diré qué carencia infantil tienes Mejor mal acompañada que sola Más vale autosabotaje en mano que cien posibilidades de rechazo en mano Más vale fantasía conocida que realidad por conocer Más vale que falte y no que llegue y no alcance Lo que no te mata te hace ir a terapia 3 veces por semana Roma no se hizo en un día y mi incapacidad de sostener relaciones sexuales satisfactorias con una pareja estable tampoco Siempre que paró volvió a llover A amor y fortuna, resistencia total. Lo que sí, nadie es profeta en su tierra.
HOY ME TATUO (O BUSCANDO TU AMOR Y VALIDACIÓN) Sigo practicando la brazada y la patada de crol todavía no puedo dejar de ahogarme ni pego laburo Soy infeliz y me muero de embole La gente cree que soy graciosa e inteligente porque me río de mi misma pero cuando digo yo, estoy hablando de ellos. Mis amigas saben cómo ser felices una dejó de ser amiga para convertirse en madre otra se enamoró y se casó otra simplemente sabe Cómo ser soltera* A mí me cortaron de esa película. Abro todas las puertas y nunca las atravieso Abro mis mensajes de Instagram Y TE ENCUENTRO A VOS Me excito y por un minuto siento que la felicidad no siempre está un paso más allá casi siempre estoy triste deberías estar acá ahora mi alegría necesita testigos. Estuve intentando escribir este poema los últimos seis días Todo lo que quiero es gustarte. *Cómo ser soltera es el título de una megaproducción cinematográfica de la Warner en la que participó la autora pero en la que, en el corte final, fue excluida
Este mundo asqueroso, esta gente asquerosa, este gobierno asqueroso… todo es asqueroso… el tiempo es asqueroso… si, asqueroso, y bla bla bla. Estamos cabreados. Aquí hace demasiado calor. Aquí hace demasiado frío. No me gusta este olor. La persona sentada delante es demasiado alta. Y la que tengo al lado, demasiado gorda. Y esa otra lleva perfume y yo soy alérgica… y bueno… ¡Ag!
Es como caminar descalza por una arena ardiente y cegadora, o sobre cristales rotos, o por un campo lleno de pinchos. Tienes los pies descalzos y piensas: “Esto es demasiado duro. Me duele de verdad, es terrible, demasiado cortante, demasiado doloroso… demasiado caluroso”. Pero de repente se te ha ocurrido una gran idea. Allá adonde vayas, lo cubrirás todo de cuero. Así no te dolerían más los pies.
Cubrirlo todo de cuero allá adonde vayas para evitar el dolor viene a ser como decir: “Voy a liberarme de ella, voy a liberarme de él. Voy a regular la temperatura, voy a prohibir el perfume en el mundo y entonces ya no habrá nada que moleste en ninguna parte. Voy a liberarme de lo que me molesta –incluidos los mosquitos- en todo el mundo, y entonces seré una persona feliz y satisfecha.
[Pausa]
Sí, ahora nos reímos, pero es lo que hacemos. Así es como vemos las cosas. Pensamos que si pudiéramos librarnos de todo, o cubrirlo de cuero, desaparecería nuestro dolor. Bueno, sí, claro, porque entonces ya no nos dañaría los pies. Es lógico, ¿no? Pero no tiene ningún sentido, en realidad. Shantideva decía: “Si simplemente te envolvieras los pies de cuero..”. Dicho de otro modo, si te pusieras zapatos podrías andar sobre las arenas ardientes, los cristales y los pinchos, y no sentirías ninguna molestia. Así que la analogía es: si te trabajas la mente, en vez de intentar cambiarlo todo afuera, se te pasará el mal humor.
Un conocido científico (algunos dicen que fue Bertrand Russell) daba una vez una conferencia sobre astronomía. En ella describía cómo la Tierra giraba alrededor del Sol y cómo éste, a su vez, giraba alrededor del centro de una vasta colección de estrellas conocida como nuestra galaxia. Al final de la charla, una simpática señora ya de edad se levantó y le dijo desde el fondo de la sala: «Lo que nos ha contado usted no son más que tonterías. El mundo es en realidad una plataforma plana sustentada por el caparazón de una tortuga gigante». El científico sonrió ampliamente antes de replicarle, « ¿y en qué se apoya la tortuga?». «Usted es muy inteligente, joven, muy inteligente -dijo la señora-. ¡Pero hay infinitas tortugas una debajo de otra!».
La mayor parte de la gente encontraría bastante ridícula la imagen de nuestro universo como una torre infinita de tortugas, pero, ¿en qué nos basamos para creer que lo conocemos mejor? ¿Qué sabemos acerca del universo, y cómo hemos llegado a saberlo. ¿De dónde surgió el universo, y a dónde va? ¿Tuvo el universo un principio, y, si así fue, que su cedió con anterioridad a él? ¿Cuál es la naturaleza del tiempo? ¿Llegará éste alguna vez a un final? Avances recientes de la física, posibles en parte gracias a fantásticas nuevas tecnologías, sugieren respuestas a algunas de estas preguntas que desde hace mucho tiempo nos preocupan. Algún día estas respuestas podrán parecernos tan obvias como el que la Tierra gire alrededor del Sol, o, quizás, tan ridículas como una torre de tortugas. Sólo el tiempo (cualquiera que sea su significado) lo dirá.
No hay que forzar, no Hay que ir con el corazón atento Volverse sutil de palabra, cuerpo y afecto Ir liviano, como cualquier sonrisa al sol en una mañana de otoño También centrado, siendo cada instante en el que se está
Es necesario invitar al otro a que acompañe lo que pueda y quiera Simplemente invitar Haciendo de la hospitalidad la bandera más preciada Y estar en paz con lo que suceda (si es que podemos) Para verlo necesitamos ir despacio Ante la impunidad del fast foward Y la fascinación por lo inmediato La lentitud es capital subversivo
Se trata de ser flexible, pero sin perder la forma De ser firme, pero sin ser rígido De volvernos humildes y responsables, pero sin perder la alegría Se trata de ser paradoja creativa No olvidemos que somos principiantes en todo
Angelou: Cada vez más. Conmigo misma, quiero decir. De lo cual me siento muy orgullosa. Me preocupa sobre todo como miro a Maya. Me gusta mucho Maya. Me gusta el humor y la valentía. Y cuando me sorprendo actuando de un modo que no.. que no me satisface, entonces debo ocuparme de ello.
*En "Desafiando la tierra salvaje"; de Brené Brown
No alces la voz Suspendé las pancartas Deja a un lado los megáfonos Guardá los micrófonos Al menos por un rato Y tomate una pausa Contrario a lo que se piensa Vivimos en una época en la que hay que dejar de gritar Nuestra tarea más urgente es aprender a susurrar.
Para olvidar a alguien hay que volverse extremadamente metódico. El desamor es una especie de enfermedad que solamente puede combatirse con rutina. Yo (Y) no lo sabía, lo descubrió mi instinto de supervivencia. Por eso empecé a buscarme actividades y a ponerles un horario. Me recostaba boca abajo sobre el gran tablón de madera toda la mañana y seguía el dibujo de una veta con un pincel lleno de pintura negra o blanca o gris. Dos o tres vetas por día, no más. Si intentaba pintar una cuarta me temblaba la mano y me salía de la raya. A veces tenía que usar un pincel de tres pelos, a veces una pequeña brochita. Era, sobre todo, un ejercicio de paciencia.
Mientras pintaba recordé a mi maestro de escultura del primer año de la carrera. Era japonés. Sus veinticinco años viviendo en México habían pasado en balde porque hablaba español como si acabara de llegar; es decir, casi no hablaba. Su mayor preocupación escultórica era que entendiéramos el ciclo de la vida. La primera clase nos llevó en metro a comprar cuatro gallinas a la Merced. En un bautizo pagano decidimos llamarlas Klein, Fontana, Manzoni y Beuys. Vivieron en una enorme jaula dentro del taller todo el semestre. Las sacábamos a pasear por los patios de La Esmeralda dos veces por semana, había turnos para darles de comer anotados en el pizarrón y algunos, no entiendo muy bien cómo, lograron encariñarse con ellas. Al final del semestre Mifusana Suhomi llegó con una olla gigante y mucho carbón diciendo que teníamos que matarlas. Se hizo un enorme silencio. Él mismo les torció el cuello y las desplumamos entre todos. Cocinó una sopa de la que todos teníamos que comer para completar el ciclo. Vida-muerte-vida, dijo. Nunca volví a comer algo igual. No sé si era buen artista, pero tenía madera de chef. Y aunque su español era endeble, utilizaba las palabras exactas, tal como lo haría un sensei. Dos fueron más que suficientes para entender algo tan esencial y complejo como que las cosas empiezan, luego terminan, y luego vuelven a empezar.
Su clase era de lo más extraña: nos mostró qué es y cómo se hace el yeso, en lugar de enseñarnos a usarlo para hacer moldes y vaciados. De dónde viene el mármol, en lugar de darnos un martillo y un cincel. Con la madera sucedió lo mismo: Pala hacel tabla tliplay, álbol gila dentlo de sacapuntas gigante, viluta de tlonco aplastada en glan plancha. En clase me enteré que las vetas de madera cuentan con detalle las aventuras de un período específico de tiempo del árbol. Me gustaba creer eso, que cada veta de mis tablas me contaba una historia distinta para no tener que pensar en la mía. El área de cada veta corresponde a un anillo del tronco, y cada anillo puede corresponder, aunque no exactamente, a un año de vida del árbol. Después supe que hay una ciencia que estudia eso. La dendrocronología puede calcular la edad de un tronco siguiendo, del centro haca afuera, el crecimiento radial de los anillos que se dibujan en él. Me hubiera gustado ser dendrocronóloga. Pero en las tablas de triplay no se ve la edad de un árbol. El gran sacapuntas giratorio rebana el tronco con un ángulo inclinado. Ese corte en diagonal lo desordena todo: en cada viruta hay distintos momento salteados de la vida del árbol, no hay una cronología lineal y mucho menos concéntrica.
Mifusama Suhomi nos dio un lápiz y un sacapuntas a cada uno. Luego de varios intentos dijo: Viluta pelfelta, ahola ustedes. Tenía la forma de un cono. Algo muy parecido a eso que después se aplasta y se superpone para hacer una tabla de triplay. En el búnker tenía tres paneles de madera con el tiempo desordenado y superpuesto. Ojalá eso fuera posible: desordenar el tiempo. Me gustaría inventar una ciencia que investigue la forma en que una tabla de triplay desordena el tiempo. Sería útil mover de lugar el momento en que suceden algunas cosas, poner los finales al principio, por ejemplo (o en cualquier otro lugar). O el pasado en un futuro lo suficientemente lejano para que nunca lleguemos al momento de enfrentarlo. En este tipo de disertaciones se me iba la mañana.
En el diálogo interior todas las palabras regresan como boomerangs.
Estoy buscando, estoy buscando. Estoy intentando comprender. Intentando dar a alguien lo que viví y no sé a quién, no me quiero quedar con lo que viví. No sé qué hacer con eso, le tengo miedo a esta desorganización profunda. No confío en lo que me pasó. ¿Me pasó algo que yo, por el hecho de no saber cómo vivirlo, lo viví como si fuera otra cosa? A eso querría llamarlo desorganización, y tendría la seguridad de aventurarme, porque después sabría a dónde volver: a la organización anterior. A eso prefiero llamarlo desorganización pues no quiero confirmarme en lo que viví –en la confirmación de mí perdería el mundo tal como lo tenía, y sé que no tengo capacidad para otro.
Si me confiara y me considerara verdadera, estaría perdida porque no sabría dónde encajar mi nuevo modo de ser –si avanzara en mis visiones fragmentarias, el mundo entero debería transformarse para tener un lugar en él.
Perdí algo que me era esencial, y que ya no lo es más. No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna que hasta entonces me imposibilitaba caminar pero que hacía de mí un trípode estable. Perdí esa tercera pierna. Y volví a ser una persona que nunca fui. Volví a tener lo que nunca tuve: sólo dos piernas. Sé que es sólo con dos piernas que puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta y me asusta, era ella la que hacía de mí algo encontrable por mí misma, y sin ni siquiera tener que buscarme.
¿Estoy desorganizada porque perdí lo que no necesitaba? En ésta mi nueva cobardía –la cobardía es lo que de más nuevo ya me aconteció, es mi mayor aventura, esta mi cobardía es un campo tan amplio, que sólo una gran valentía me permite aceptarla–, en mi nueva cobardía que es como despertar en la mañana en la casa de un desconocido, no sé si tendré el valor de simplemente andar. Es difícil perderse. Es tan difícil que probablemente encontraré rápido un modo de hallarme, aunque hallarme sea de nuevo la mentira de la que vivo. Hasta ahora encontrarme era ya tener una idea de la persona y adherirme a ella: en esa persona organizada me encarnaba, y no sentía el gran esfuerzo de construcción que era vivir. La idea que yo me hacía de la persona provenía de mi tercera pierna, de aquella que me sujetaba al suelo. Pero, ¿y ahora? ¿seré más libre?
No. Sé que todavía no estoy sintiendo libremente, que estoy pensando de nuevo porque tengo como objetivo encontrar –y que por seguridad llamaré encontrar al momento en que encuentre una forma de salir. ¿Por qué no tengo el valor de encontrar sólo una forma de entrada? Oh, sé que entré, sí. Pero me asusté porque no sé a dónde conduce esa entrada. Y nunca antes me había dejado llevar, a menos que supiese para qué.
Empleamos el término defensa de un modo muy negligente e inapropiado. Cuando le decimos a alguien que actúa a la defensiva, la mayoría de las veces lo que en verdad queremos decir es que no ve las cosas a nuestra manera. Cuando los terapeutas les dicen a sus pacientes o clientes: “Usted está a la defensiva”, podría traducirse como: “No acepta mi interpretación de lo que siente o de su sueño”. Por cierto que hay defensas que se tornan destructivas en el trabajo terapéutico, porque son tan herméticas o rígidas que hacen imposible un diálogo honesto; pero, cuando esas defensas se despliegan, tienen una buena razón a los ojos del paciente –e incluso del terapeuta– y siempre debemos respetar la vulnerabilidad del individuo que se mantiene a la defensiva en la terapia, aunque debamos ayudarlo a alcanzar una relación más abierta y flexible. Si le decimos a un ser querido: “Estás a la defensiva”, lo que realmente queremos decir es: “No me estás dando lo que quiero”. Es parecido al uso que le damos al término egoísta; lo blandimos como un arma cuando alguien osa –al decir de Ambrose Bierce– creer que es más importante que nosotros. Entonces, antes de continuar con este tema, pienso que debernos resistirnos a la tentación de usar el término defensivo como un insulto a esas personas que no responden de la manera en que pensamos deberían hacerlo.
Un enfoque un tanto más elaborado del tema de las defensas sería considerar que, de muchas maneras, ellas son definiciones instintivas de lo que más necesitamos y valoramos, como individuos y como grupo. Si queremos entender cómo funcionan las defensas en términos de una carta astrológica, primero debemos reconocer este hecho fundamental. Nos defendemos para proteger lo que amamos y necesitamos, para nuestra supervivencia física o psicológica. La comprensión de las defensas nos brinda la clave de aquello que tiene el mayor valor para cualquier ser viviente, ya sea en un ámbito puramente instintivo o en uno más consciente. No defendemos lo que no nos importa. Sólo defendemos lo que nos resulta más significativo, aquello que no nos pueden arrebatar porque sin ello no podríamos vivir.
(...)
A lo largo de la vida, las defensas de nuestra personalidad siempre estarán relacionadas con lo que más nos importa y necesitamos. Si bien podemos descubrir que las experiencias dolorosas o las privaciones de algún tipo exageran o encienden el mecanismo de defensa, ese mecanismo es un aspecto saludable de la personalidad en su conjunto. No nos ponemos a la defensiva porque nos han privado de algo que, en principio, nunca quisimos; sólo experimentamos dolor si somos vulnerables, y sólo somos vulnerables si necesitamos algo y nos amenazan con la negación de eso que nos hace vivir. La manera de definir nuestras necesidades de supervivencia interna varía de un modo inconmensurable. Lo que digo debería ser obvio; sin embargo, a veces nos resulta difícil entender que las defensas de los demás pueden ser totalmente apropiadas para ellos, pero incómodas para nosotros, si nuestras propias necesidades chocan con esas defensas.
Para emplear un ejemplo astrológico simplista, una persona con el Sol, la Luna, Júpiter y Plutón en conjunción en Cáncer, tal vez necesite reconocer la validez de las defensas emocionales de su pareja o de su hijo con el Sol en Acuario en trígono con una conjunción Luna-Saturno-Urano en Géminis. A los individuos de signos de agua, estas defensas quizás les resulten frías, insensibles y egoístas y, por lo tanto, “patológicas”. Sin embargo, para la naturaleza de aire quizás sean absolutamente necesarias para asegurar la intimidad, el equilibrio emocional y la tan necesaria protección para no sentirse abrumada o invadida por las exigencias de los demás. Según sea su propio horóscopo y naturaleza individuales, el astrólogo o consejero puede tomar partido por el cliente de un signo de agua y declarar que las defensas de la persona de un signo de aire son destructivas para la relación, y que el individuo necesita terapia para curar su problema. Pero también podríamos argumentar que las necesidades de los signos de agua son en sí mismas una defensa contra el temor a la soledad, y que también necesitan una cura. Esta es una de las razones por las que siento que debemos ser muy cuidadosos en la manera en que usamos y entendemos el término defensas. Lo que constituye una amenaza para la vida en una persona, tal vez no lo parezca en otra, y no hay nadie –aunque tenga muchos conocimientos astrológicos o psicológicos– que esté en posición de decidir por los demás, independientemente de que los mecanismos en un área particular de la vida personal sean “normales” o “anormales”. Cuando las defensas se tornan extremas y se expresan mediante un comportamiento destructivo hacia uno mismo y los demás, tendremos que hacer todo aquello que sea necesario para tratar de rectificar la situación. Pero tal vez precisemos abstenernos de la placentera indulgencia de la certidumbre moral.
Todo terapeuta que tiene experiencia en trabajar con personas, reconoce –como ya lo señalé– que nunca deberíamos intentar romper las defensas de un paciente sólo porque pensamos que no deberían estar allí. Lo mismo se aplica al astrólogo. Dichas defensas existen por una razón y quizás sean absolutamente necesarias para el cliente –al menos durante algún tiempo– porque protegen algo muy vulnerable, que el propio terapeuta quizás no considera importante en lo personal. Las defensas deberán abordarse siempre con mucho respeto, porque están muy adaptadas a la psique individual y a las necesidades de supervivencia del individuo.
Si el niño, que lleva dentro de sí las imágenes arquetípicas de la madre y del padre simbólicos, en vez de encontrar solicitud y estabilidad, tropieza con una mezcla desordenada e inconsciente de caos, hostilidad, agresión, violencia, destructividad y envidia, será muy comprensible que exhiba rasgos "neuróticos", que en una u otra forma se perpetuarán en la edad adulta. Y con demasiada frecuencia, los padres de un niño así lo llevarán a la consulta del analista, o incluso del astrólogo, para preguntar por qué está tan perturbado, y qué se puede hacer para "curarlo". Esto pone al profesional consultado en una situación dificilísima. No son muchos los padres (especialmente si son concienzudos) a quienes les gusta que les digan que son ellos, y no sus hijos, los que necesitan acudir a la consulta del psicólogo.Y sin embargo, a conciencia, eso es lo único que es posible responderles.
¿Qué sucede, entonces, si inconscientemente -a pesar de todos sus esfuerzos conscientes y de todas las apariencias- una madre no se conforma con el hecho de haber tenido un hijo, o si habría querido desesperadamente que fuera del otro sexo, o si hay, profundamente sumergida en ella, una necesidad de poder que jamás ha encontrado expresión en virtud de las exigencias de la sociedad y de su propia educación? La madre arquetípica, plena de ternura, compasión, simpatía, solicitud y afecto, entra violenta y discordantemente en conflicto con la percepción que tiene el niño de la madre real, que quizá no sea ninguna de esas cosas. Se constelará entonces la faz oscura del arquetipo -ya que todos los arquetipos son una dualidad de oscuridad y luz- y como resultado de ello, la madre se convertirá en devoradora, bruja, dragón destructor, castradora. Además, la propia disposición del niño, que lo lleva a ser más o menos sensible al abismo existente entre su madre y la Madre, viene a colorear las reacciones del pequeño ante dicho abismo. Si el niño es varón, cabe que nos preguntemos de qué manera resultarán afectadas sus actitudes inconscientes hacia las mujeres. ¿Cómo se verá influida la constelación del anima, la imagen subterránea de la mujer que el varón lleva consigo? Y si es una niña, ¿qué sucederá con el afloramiento de su propia femineidad, si está pautada sobre el modelo de una madre semejante? Si inconscientemente, la madre teme o desprecia a los hombres, ¿qué efecto tendrá esto sobre la imagen inconsciente que la hija llegue a tener de ellos?
Si no hay un padre con quien el niño pueda relacionarse de alguna manera, ¿qué habrá de proporcionarle un símbolo de fuerza! dcterminacicín y apoyo? En esas condiciones, un niño puede estar influido solamente por la visión que tiene la madre del padre ausente, imagen que, si el matrimonio ha fracasado, estará probablemente muy deformada. Otra alternativa es que el niño se vea frente a una madre que intenta hacer de padre y que asume el rol masculino. La imagen que en su fantasía se crea un niño en ausencia de su padre asumirá inevitablemente proporciones gigantescas, porque no sólo la naturaleza aborrece el vacío, sino también la psique; y donde exista un vacío personal, éste se verá inundado por los arquetipos. Por otra parte, si está presente, el padre también ejercerá una influencia mediada por la parte inconsciente de sí mismo. Si está frustrado y dominado por su mujer, ¿qué efecto tendrán sobre el niño su cólera y su amargura inconscientes? Si es incapaz de reconocer o de expresar sus sentimientos, ¿cómo afectará ello a la confianza del niño en el poder de unión y de reparación del amor? Nada que no haya sido vivido muere; pero lo que no haya sido vivido por el padre puede vivir una vida secreta en el inconsciente del hijo, y en esa medida, convertirse para él en ''destino''.
Se trata de cuestiones bastante simples, y las respuestas son más bien obvias. Lamentablemente, son cuestiones que por lo común no se formulan hasta la edad adulta, y entonces las respuestas llegan ya demasiado tarde. Pero además de todas estas cuestiones, se ha de plantear otra, y es: ¿qué espera, inconscientemente, el niño del padre? En tiltima instancia, quizá no podamos hacer otra cosa que lo que nos sugiere el I Ching, y trabajar sobre lo echado a perder. .. aceptando siempre nuestra parte de responsabilidad.
Hay una fase sumamente incómoda por la cual debe pasar inevitablemente el individuo como parte de su evolución, una fase en que descubre la ambivalencia en la emoción que siente hacia sus padres, y en que reconoce los elementos más oscuros y más destructivos que hay en su relación con ellos.
Esta fase se caracterizará por consiguiente por un resentimiento natural y -en cierto sentido- completamente justificado, que se expresa en forma de recriminaciones que, con el reconocimiento incipiente de "lo que han hecho conmigo", irrumpen coléricamente en la conciencia. Sin embargo, esta fase es sólo un aspecto preliminar del trabajo que se ha de realizar. Es como un absceso donde se reúnen todas las toxinas que hasta entonces han circulado, infectándolo, por todo el cuerpo. Y la ventaja de un absceso es que al abrirlo con un bisturí, se puede hacer drenar los venenos, dando así al cuerpo oportunidad de curarse.
Cuando el resentimiento y la recriminación disminuyen, uno va dándose cuenta gradualmente de que lo que le "hicieron" los padres sucedió hace ya muchos años, y de que es solamente uno el que ha permitido que los fantasmas siguieran con vida en la psique, alimentándose de uno mismo y, desde su propio submundo, condicionando y dirigiendo sus opciones. A medida que un individuo comienza a ver que él mismo ha investido a ciertas de un poder perdurable, puede ir desenmarañándose de ellas; y reconocerá también que muchas cualidades poco atractivas de su propia naturaleza, que antes había atribuido a la influencia de los padres, en realidad le pertenecen. Y además, al ir cultivando la compasión por su propia oscuridad, comenzará a sentir compasión por la oscuridad que hay o había en sus padres. Estos emergerán ahora no como monstruos sino, por así decirlo, como seres humanos, purificados; y a los dones de amor y lealtad de ellos recibidos, por pequeños que sean, se les acordará el reconocimiento debido. Así el hijo da nuevo nacimiento al padre, y al mismo tiempo, toma conciencia de la energía más profunda que se alza por detrás de la figura parental y que constituye su propia y verdadera fuente. Al liberarnos, liberamos a nuestros padres. Sólo de esta manera podemos verdaderamente honrarlos rindiéndoles el honor que a todo ser humano se debe. Y esto es muy diferente de un homenaje hecho de labios afuera, a partir de una carga de culpa y con el corazón lleno de un resentimiento secreto que hacemos pagar a nuestros hijos y a nuestra pareja.
También es menester considerar aquí el problema del choque entre los tipos psicológicos, que aun sin ser "culpa" de nadie, puede crear desorientación y confusión al provocar el rechazo inconsciente de los valores más preciados por el otro. Como cada uno ve lo que es más capaz de ver, es probable que el padre de tipo pensante subestime los sentimientos del niño sentimental; que al padre de orientación sensorial le asusten las percepciones del niño intuitivo; y en muchas familias, al niño se lo convierte en portador de la sombra proyectada del padre -del animus o el anima- independientemente de que su temperamento sea o no adecuado para ello. De la misma manera que los niños proyectan los padres arquetípicos sobre sus padres reales, también éstos proyectan el niño arquetípico -la vida nueva, llena de posibilidades creativas- sobre su progenie. Cuando así sucede, es probable que la imagen del niño quede teñida por la inferioridad secreta del padre: el impulso oculto, la ambición clandestina, a los cuales jamás se les ha permitido el acceso a la conciencia. ¿Cuántas madres, que se esfuerzan por no salirse de la actividad doméstica y se mantienen fieles al mundo del sentimiento y de la relación, no albergan inconscientemente ambiciones del animus que proyectan sobre un hijo, haciéndolo depositario de su esperanza de que se convierta en genio intelectual, prodigio creativo u hombre de éxito? En casos así, la voluntad de poder se oculta tras la máscara del amor. En nombre de "lo mejor para él", la madre comete una violación psíquica del hijo, y después se echa atrás, atónita, cuando él se rebela violentamente o se refugia en un comportamiento "anormal". En otros casos el niño, en su desesperada necesidad de amor, puede él mismo modelarse ajustándose a la proyección del padre; puede pasarse media vida tratando de ser el prodigio que se espera que sea, cotejándose con normas de perfección que son sobrehumanas y a las que, por consiguiente, jamás puede llegar. Y no es sorprendente que así los sucesivos fracasos engendren un profundo sentimiento de incapacidad y de culpa. En la edad adulta el hombre tendrá que enfrentarse finalmente con el demonio que lo ha impulsado, tendrá que reconocer que no es su propio demonio, pero también que él lo ha aceptado como propio, y al aceptarlo se ha condenado.
Los hijos son un vehículo estupendo para que muchos padres vivan, por su mediación, los aspectos no vividos de su propia psique; y esto puede ocurrir incluso cuando los elementos no vividos son aborrecidos por los valores conscientes del padre. Es probable que el padre ambicioso y triunfador tenga un hijo derrochador o afeminado, o que la hija de una madre casta y gazmoña sea promiscua. En este caso cabe preguntarse de quién es el afeminamiento, de quién la promiscuidad. A ambos les pertenece. ¿A cuántas madres no lleva la juventud perdida, o las oportunidades desaprovechadas, a tener celos de sus hijas? ¿Cuántos hombres no están celosos de sus hijos o se sienten amenazados por ellos? ¿Cuántos padres desean a sus hijas, cuántas madres a sus hijos? Sí, a Edipo el deseo lo empujó hacia Yocasta, pero también ella lo animó, y voluntariamente lo llevó a su lecho. Sobre estas cosas sólo podemos hacer conjeturas, hasta que nos encontramos con que están dentro de nosotros mismos; y en el descenso hacia esas eróticas profundidades, todo se va haciendo cada vez más oscuro. Y sin embargo, en medio de esa oscuridad, dentro del laberíntico cenagal de pantanos y arenas movedizas, hay -por decirlo así- una flor que ha hundido en él sus raíces y que resplandece como un talismán. Es el carácter ilimitado de las posibilidades latentes en el seno de la naturaleza humana, un potencial infinito que abarca amor, compasión, simpatía y misericordia, un sentimiento de la continuidad de la vida y de la nobleza del alma. Algo que lo obliga a uno a reconocer que, de haber sido uno mismo su propio padre, con las angustias, las necesidades, los conflictos, los sueños y las aspiraciones de éste, quizás habría sido culpable de las mismas cosas que en él condena. Los "pecados" de nuestros padres -por comisión tanto como por omisión- bien pueden haber caído sobre nosotros; pero siempre nos queda la opción de transmutar la maldición en bienaventuranza. Las pautas de la psique, reflejadas por las pautas de la carta natal, nos hacen pensar que hemos escogido todas aquellas experiencias que nos "suceden". Y lo que escogemos es en algún sentido apropiado y necesario, aunque en ocasiones al yo pueda dolerle, escandalizarlo, confundirlo o parecerle frustrante o destructivo ... por lo menos, mientras no lleguemos a poseer la penetración suficiente para discernir su significado y su coherencia en la configuración total de nuestras vidas.
Lo difícil para la persona que hace astrología es que la persona que viene a consultarlo está en otro paradigma.
Una persona generalmente pregunta por su felicidad, por objetivos que no son singulares de ese ser, sino por los objetivos colectivos, digamos; y la persona que viene a consultar, en principio no se acerca a un proceso de singularización, es decir de comprender que hay una fuerza en esa estructura energética que lo está llevando al núcleo de sí mismo, y que para eso muchas veces frustra sus deseos conscientes.
Y tiene que frustrarlos, porque si no lo hiciera, la persona no sería sí misma.
Uno en la experiencia ve una carta natal y es como si viera que una persona tiene potencialidad de ser una violeta, otra es un lirio, otra una orquídea, y lo malo es que todos quieren ser rosas; y la gente sufre porque no es una rosa, y no puede aceptar que una violeta es distinta de una rosa: es más chiquita, no tiene espinas, es distinta; entonces todos quieren ser rosas, y ahí hay mucho sufrimiento.
Hay sufrimiento en lo que le pasa a la persona, hay algo de su potencialidad que no se expresa y eso provoca un destino complejo. Para poder aceptar su propia naturaleza tienen que pasar cosas que vayan en contra del camino de la rosa; el camino de la rosa es una ilusión.
Todo esto es sumamente complejo, porque la persona que viene a hacerse una carta natal y después se hace la revolución solar, lo que te está pidiendo es: «¿voy a ser rosa?«.
Y, ¿qué le se le puede decir? O sea, ¿cómo se le da volumen a esto? En ese sentido, creo que la práctica astrológica está todavía muy condicionada con esta cosa extraña de que uno consulta al astrólogo, hace la carta natal, una entrevista de dos horas, y el astrólogo le tira un «baldazo» de cosas que la persona no puede asimilar; y después una vez por año va y hace su revolución solar. Creo que eso es muy pobre.
Nosotros hemos intentado mucho introducir otro paradigma de entrevista que es hacer varias entrevistas con el astrólogo, espaciadas en el tiempo, y tomarlo más como un seguimiento, como un acompañamiento de un proceso que cada tanto en el tiempo es bueno que la persona vuelva a hacer como un trabajo de afinación, digamos.
Sé que muchas de las cuestiones referentes al amor y a las relaciones que hemos estado viendo y analizando en los últimos días no son fáciles de aceptar. Se trata de cosas de elaboración difícil, lenta y dolorosa. Yo diría, sin embargo, que la mitad de la batalla está ganada con ese «Ah, sí» con que reaccionáis tras haberos sentido sacudidos por una nueva comprensión intuitiva, es decir, por una nueva toma de conciencia. Ello se debe a que están actuando Urano, Neptuno y Plutón, a que dentro de vosotros algo se ha sacudido, se ha disuelto o ha reventado, y con frecuencia hay un largo período entre el impacto y el «Ah, sí», entre el hecho de darse cuenta de algo y el cambio que se produce como resultado de esa toma de conciencia. Durante este período es importante que uno sea paciente y amable consigo mismo. No os castiguéis pensando que sois estúpidos por no haber entendido algo antes. No sirve de nada hacerse ese tipo de reproches. Muchas personas piensan que el cambio sigue inmediatamente al hecho de haberse dado cuenta, pero no es así. Una buena parte de lo que sucede en el proceso psicoterapéutico es que damos vueltas y más vueltas alrededor de nuestro trasfondo básico hasta que hemos explorado todos los parámetros del material que llevamos dentro. Y después de muchas vueltas, finalmente decimos: «A ver, un momento, esto ya lo conozco. Ya he recorrido este espacio, de modo que, ¿por qué estoy de nuevo dando vueltas por aquí?». Aunque quizás estemos temblando y muertos de miedo, lo que en el fondo necesitamos es dar un paso muy pequeño fuera de los parámetros de nuestro círculo habitual y observar qué es lo que hay más allá de él. Una vez llegados a este punto, es realmente útil contar con un aliado, ya sea un amigo, nuestra pareja o nuestro terapeuta. En la Edad Media, cuando se creía que la Tierra era plana, los cartógrafos solían dibujar dragones fuera de la superficie marcada por los límites del mundo. Pensaban que cuando uno llegaba al borde del mundo podía caerse e ir a parar a un lugar terrible, espantoso. En este sentido somos como conejos, nos aterroriza ir más allá del mundo conocido. Creo que es verdad que ahí fuera hay dragones, y que no son meras ficciones de nuestra imaginación. El dragón puede ser vuestra madre, o el hecho de tomar conciencia de que estáis creciendo y de que ya es hora de reconocer y recuperar vuestras proyecciones, o de integrar vuestros planetas. No importa de qué manera queráis decirlo: hay dragones ahí fuera, más allá de las fronteras de vuestro mundo conocido, y para enfrentaros a ellos necesitáis actuar con auténtico coraje.
Uno de mis primeros profesores de psicología solía decir que nos podemos pasar la vida dando vueltas en el tiovivo en una búsqueda interminable del porqué. Perpetuamente andamos dando vueltas en círculo en busca del porqué. No quiero decir en modo alguno que uno de nuestros objetivos no deba ser buscarlo, sino que la perpetua búsqueda del porqué puede interponerse en el camino que nos llevaría a salir del círculo mágico para entrar en el mundo, donde nos esperan los verdaderos dragones. Lo que os digo es que seáis pacientes con vosotros mismos. En casa, en la pared de la sala donde atiendo a mis clientes, he puesto en letras grandes una cita tomada de Hamlet. Dice simplemente: «Con estar dispuesto basta». A veces, uno sólo tiene que dejar las cosas como están, pero si habéis iniciado el proceso, confiad en que llegará el momento en que estéis preparados para empuñar una espada e ir en busca de vuestros dragones particulares. De todos modos, es un misterio: en realidad no sabéis si llegaréis a ese punto, ni cuándo; ni siquiera los tránsitos y las progresiones pueden decíroslo de manera segura. Puede ser que un tránsito o una progresión indique que una deidad está llamando a vuestra puerta; pero, ¿quién puede saber si estaréis o no en casa para abrírsela?
Espero que estéis empezando a ver, o que yo esté empezando a explicar con más claridad, que el camino de la integración, en términos astrológicos por lo menos, consiste en que reconozcamos dentro de nosotros mismos los pares de planetas y de signos complementarios. Si un lado está desequilibrado, el otro también debe de estarlo; pero si empezáis a integrar un lado, automáticamente se integrará el otro. ¿Entendéis a qué me refiero? Tomemos a la Luna y Saturno, por ejemplo: cuanto más integréis a vuestro propio padre (y supongamos que se trate de un padre afectuoso), tanto más estaréis integrando al niño ávido que está en el otro lado. O tomemos al Sol y Urano: cuanto más cómodos estéis con vuestra forma de ser, más podréis aceptar la experiencia uraniana de haceros trizas, desmoronaros y reconstruiros después. A pesar de que vuestro ego pueda haberse hecho añicos debido a un avance o una toma de conciencia, sabéis que volverá a reorganizarse de alguna otra manera. No voy a recorrer ahora con vosotros todos los pares de opuestos; simplemente, recordad que cada signo y cada planeta tiene su contrario, que también es su complementario.
A todo esto, ¿cómo podéis saber dónde estáis? Empezad por observar atentamente vuestra vida, y también vuestras relaciones. Recordad que las personas que hay en nuestro mundo son espejos de nosotros mismos. Como es muy difícil ser al mismo tiempo subjetivo y objetivo, no es fácil que uno se vea a sí mismo con claridad y objetividad. Pero es un hecho que el mundo objetivo está representado muy claramente por la clase de personas que hemos escogido para que formen parte de nuestra vida. Una indicación de que nos estamos embarcando en un proceso de cambio e integración se da cuando varias relaciones importantes en nuestra vida empiezan a debilitarse o a romperse. El proceso no es fácil, porque a una parte de nosotros le gustaría mantenerse dentro de nuestro trasfondo básico, una parte que no quiere cambiar ni crecer, ni renunciar a nuestras proyecciones. Jung dijo una vez que el cambio es difícil y doloroso. Quizá no cambiemos mientras no hayamos sufrido lo suficiente. Cuando uno empieza a crecer, cambiar e integrarse, es probable que ciertas relaciones se desmoronen o que pasen por un período de prueba muy difícil. Esto no significa necesariamente que esas relaciones hayan de disolverse o terminar, pero podría ser que estemos ya preparados para asumir lo que hemos proyectado en ellas. Cuando recuperamos cosas que hemos estado proyectando en otra persona, es posible que esa persona ya no pueda seguir nuestro mismo camino. Lo explicaré más detalladamente. Al recuperar nuestras proyecciones, nos integramos y equilibramos más. Digamos que eres una mujer que ha estado jugando al juego de la niña o de la novia infantil en tu relación con un hombre que actuaba como si fuera tu padre. Dicho de otra manera, tú eras la Luna y él Saturno. Y digamos que en tu vida llega finalmente un momento en que estás preparada para convertirte, en alguna medida, en tu propio padre y tu propia madre. Descubres entonces tus objetivos, ambiciones y metas, y también un destino que es exclusivamente tuyo, que se extiende más allá de los parámetros de tu matrimonio o de tu familia. Entonces, lo que sucede es que, si recuperas tu Saturno, tu marido deberá recuperar su Luna, que hasta ese momento había proyectado sobre ti. Y si no está a la altura de las circunstancias y no lo hace, a ti no te quedará otra alternativa que decirle: «Mira, o cambias conmigo, o tendré que hacerlo sola», y esto puede significar una separación muy difícil. Las relaciones son como los aspectos de una carta, y los aspectos son como cadenas de energía. No puedes tener un tránsito sobre un planeta sin que afecte a cualquier otro planeta que esté en aspecto con él. Una dinámica similar se da en las relaciones. Si a ti te sucede algo, ello provoca una reacción en cadena que afecta a todas las personas con las que te relacionas, y aquellas que tienen un vínculo más estrecho contigo (en conjunción o en oposición) son las que se verán más afectadas por tus cambios. Lo único que puedo deciros es que cambiar y crecer suelen ser procesos muy difíciles, muchas veces dolorosos, y sin embargo, también esperanzadores. No olvidéis que a vuestro alrededor hay personas que os ayudarán a superarlos. Estamos todos en el mismo barco, en el proceso de búsqueda de una mayor integración, y ni uno solo de nosotros ha llegado todavía a una completa realización. Por eso, os ruego que seáis muy considerados con vosotros mismos en este proceso.
El eros es una cuestión de límites. Existe porque existen ciertos límites. En el intervalo entre intentar alcanzar y aferrar, entre una mirada y su devolución, entre “te amo” y “yo también te amo” cobra vida la presencia ausente del deseo. Pero los límites del tiempo y de la mirada y de un te amo son sólo réplicas del temblor central e inevitables que es el límite que da origen a Eros: el límite de la carne y del yo entre tú y yo. Y de repente, sólo en el momento en que procedo a disolver ese límite, advierto que nunca puedo.
Los niños empiezan a ver advirtiendo los bordes de las cosas. ¿Cómo saben que un borde es un borde? Deseando apasionadamente que no lo sea. La experiencia del eros como falta alerta a la persona sobre los límites de sí misma, de otras personas, de las cosas en general. El borde que separa mi lengua del gusto que esta ansía me enseña lo que es un borde. Como el adjetivo de Safo, glukupikron (1), el momento del deseo es aquel que desafía el borde propiamente dicho ya que es un conjunto de opuestos forzados a estar juntos bajo presión. El placer y el dolor se manifiestan en el amante al mismo tiempo, puesto que la deseabilidad del objeto amado proviene, en parte, de su falta. ¿A quién le falta? Al amante. Si seguimos la trayectoria del eros lo encontramos sistemáticamente trazando la misma ruta: se mueve del amante hacia el amado, después rebota de nuevo hacia el amante mismo, hacia el agujero que hay en él y que antes pasaba inadvertido. ¿Cuál es el verdadero tema de la mayor parte de los poemas de amor? No es el amado. Es ese agujero.
Cuando te deseo una parte de mi desaparece: mi deseo por ti consume una parte de mí. Así razona el amante en el borde del eros. La presencia del deseo despierta en él la nostalgia de una totalidad. Sus pensamientos se desvían hacia interrogantes de identidad personal: para ser una persona completa debe recuperar y reincorporar lo que perdió.
(…)
Todo deseo es respecto de la parte perdida de uno mismo, o así lo siente la persona enamorada.
Ya habíamos pagado la cuenta pero todavía había algo de cerveza en cada vaso tomaste un sorbo hiciste una pausa con el vaso en alto miraste al cielo te demoraste un poco y después del último sorbo imitando a Ava Gardner dijiste “La eternidad es aburrida nosotros no somos dioses nos merecemos solo este instante, la electricidad y el vértigo de la huida constante” Como siempre, hablabas sólo por vos por eso reíste a carcajadas y te levantaste de la mesa cuando quise agarrarte de la mano Así te fuiste calle arriba silbando tu propia versión de una canción olvidada que sonaba en los flippers de la costa.
Como vamos a ver, también en esta circunstancia el papel de Eros es ambivalente. Lo más interesante es observar cuan poco importa cómo esté imaginado este drama. A nivel simbólico, el significado es el mismo en cualquier caso: para llegar a ser un hombre, el Enamorado ha de liberarse a sí mismo de la atracción regresiva de cualquier útero que busque contenerlo y avanzar hacia la hombría. Como en cualquier nacimiento, habrá derramamiento de sangre, y también habrá una nueva vida.
A veces la Madre Terrible de la posesión inconsciente se representa como un dragón a quien el héroe debe dar muerte a fin de rescatar a la princesa. Es también el mismo dragón a quien san Jorge debe vencer para redimir el reino. En forma humana, esta Madre «monstruosa» (la dama situada a la izquierda del dibujo) puede convertirse en cruel madrastra, reina perversa o simplemente bruja terrible, de cuyo dominio el príncipe debe rescatar a Cenicienta, Blancanieves o la Bella Durmiente, quienes representan su «amor verdadero», su «otra mitad», su «alma». Sea cual sea la forma que tome el arquetipo de la Madre, la cuestión es que la conciencia del joven ego debe separarse y apartarse de su fascinación mortal, rescatar su alma y, de este modo, enrolarse en la vida. A través de este juicio, el Enamorado (símbolo del ego) se convierte en el héroe (símbolo de la conciencia humana en busca de autorrealización).
A cualquier nivel de interpretación, esta carta presenta al ego con un reto que marca un paso importante en su iniciación. Podría decirse que el Papa del Tarot ofrece la iniciación hacia la vida del espíritu. En esta carta el reto es el de conectar esta vida espiritual con la vida emocional y, a través del compromiso apasionado con toda la vida, conseguir una nueva relación con los demás y una nueva armonía con uno mismo.
No por casualidad la historia del Paraíso pone en paralelo la experiencia carnal con el conocimiento del bien y del mal, y también en el Antiguo Testamento el acto sexual se traduce por el verbo «conocer». «Y Abraham conoció a Sara y ella concibió.» Con este conocimiento algo nuevo nace.
Puesto que éste es el caso, el Enamorado se ve llamado a grandes visiones... y a grandes conflictos. Pues, como dijo Jung repetidamente: el conflicto es la esencia de la vida, y es un requisito previo necesario para todo crecimiento espiritual. La vida no puede vivirse en lo abstracto; solamente a través del enfrentamiento con cualquier conflicto individual y sufrimiento, para su resolución o transcendencia, llegaremos a lo más profundo de nosotros mismos. Muy a menudo, un conflicto que parece insoluble (o un síntoma neurótico causado por la represión de este conflicto) acerca a una persona al análisis, conduciéndola al principio del camino de la individuación. Como sabían ya los antiguos alquimistas, estos conflictos son la materia prima necesaria como primer ingrediente de todo crecimiento espiritual.
La filosofía de Oriente y la Cristiandad de Occidente probablemente escribirían desenlaces muy diferentes para el conflicto dibujado aquí, ya que las ideas sobre lo que es un conflicto son muy diferentes para Oriente y Occidente. Para Oriente, la idea sería eliminar el sufrimiento y llegar así a la perfecta paz. El yoga aspira a conseguir esta paz interior, negando el conflicto y elevándose sobre él. El Cristianismo de Occidente considera el conflicto como esencial para la salvación. De hecho, Cristo en la cruz, su imagen central, sintetiza el conflicto y el sufrimiento como los medios de salvación. En línea paralela con esta enseñanza de la teología cristiana, Jung sintió que solamente a través de concienciarnos de nuestros conflictos, afrontarlos y sufrir con ellos, se puede encontrar una genuina paz. Esta paz, lejos de ser la meta última, es un logro temporal, una etapa en el largo viaje.
Y cada nuevo reconocimiento experimentado en el camino se presenta primero como un nuevo conflicto. Paradójicamente, pues, iniciar un análisis en profundidad significa verse sumergido en conflictos cada vez más profundos, pero al mismo tiempo experimentar más profundos niveles de consciencia y de paz.
En el caso de nuestro joven Enamorado, salir del capullo de su inocencia puede ser la primera elección difícil que se le presenta en la vida. El destino, a la vez cruel y amable, le ofrece la preciosa materia prima para lo que los alquimistas llamaron correctamente la «Gran Obra». Parece evidente que debe de hacer una elección y debe responsabilizarse de lo que de ella resulte ya que, como salta a la vista, un factor divino trabaja a su espalda y por encima de él y va a influir en su decisión. Si no fuera por este arquero alado con su dardo mágico, nuestro héroe permanecería prisionero en los cuernos de su dilema hasta el fin de los tiempos. Solamente el fuego de la «emoción» va a darle el empuje necesario para su «moción».
¿Quién es este arquero alado? ¿Es quizá Cupido con su arco y sus flechas? Cuando por primera vez empecé a escribir este párrafo, el Loco del Tarot, un pariente cercano del ser celestial que ahora estudiamos, me jugó una pasada: me hizo cometer lo que los freudianos llaman un lapsus junguiano.
Al releer lo escrito me encontré con que había escrito: «Es Cupido con su arco y sus yerros».(*) Como suele suceder, estos deslices del inconsciente suelen decir la verdad, ya que las flechas de Cupido suelen sembrar la confusión, que parece desastrosa desde el punto de vista de la lógica. Sin control, la emoción llena de fuego que engendra, puede destruir la vida, aunque sin la intensidad apasionada del calor emocional no puede haber transformación. El dorado espíritu del hombre permanecería encerrado en el frío metal.
El Eros alado que vemos en esta carta es una poderosa figura preolímpica y tiene poco que ver con el angelote lleno de lazos que nos muestran en el día de San Valentín, día de los enamorados. Eros era un personaje más ambivalente, afín al Destino, símbolo del poder de atracción fatal que une a los opuestos. Según Hesíodo: él atrajo entre sí a las fuerzas primarias que crearon el Universo, «trayendo armonía al caos», haciendo posible toda vida. Él es el espíritu, la encarnación del impulso vital.
Como se puede apreciar, Eros es una figura masculina; ya James Hulmán señaló que varias figuras de diferentes culturas lo confirman: «Kama, Eros, Cupido, Frey, Adonis, Tammuz, todos son masculinos; y encarnaciones del amor iluminado: Krishna, Buddha, Jesús, a pesar de su abstinencia en cuanto a lo sexual, son también masculinos. El principio eros es activo y deseable.. .».
Como potencia sexual, el dios Eros puede traer guerra, problemas, trastornos con los antiguos modelos de ley y orden, y todo ello para abrir camino al advenimiento de una nueva vida. Pero la potencia fogosa de Eros va más allá de la pasión sexual. En el sentido alquimista, es el «fuego divino» que hay que mantener necesariamente para la Gran Obra y trascender el ego, y para el descubrimiento de sí-mismo. Una experiencia profunda de amor es a menudo el principio de la búsqueda de la individuación. La literatura nos ofrece ejemplos diversos; el amor de Dante por Beatriz es quizá el que nos es más familiar. En nuestra vida particular, un asunto que involucre nuestro corazón marca usual-mente un punto decisivo para nuestro desarrollo posterior. Por eso este amor aparece a menudo como un hecho ineludible del destino. Todos hemos experimentado los dos efectos que produce la flecha del amor: da la vida y mata a la vez. Perderse en amor puede ser una muerte, la muerte de una existencia puramente centrada en el ego. Marca una fase nueva en la evolución hacia el encuentro de un centro trascendente.
Cuando hablamos por primera vez del Loco, hablé de la conexión que tenía con la energía primaria del fuego y de su costumbre de bailar invisible en medio de la baraja, proveyendo de nuevo ímpetu a cada carta.
Como vimos hace un momento, entró como un intruso en mi mundo personal, haciéndome cometer un «lapsus» verbal. Con frecuencia les hace las mismas jugarretas a diferentes personajes del Tarot. Al igual que Puck, le gusta espiar y entrometerse en los asuntos ajenos. Mirando esta carta del Tarot, podemos imaginar que se encuentra apuntando a Eros desde detrás de la escena. Completamente fuera del alcance de la cámara, danza, exclamando con delicia mientras vuela la flecha: «¡Oh! ¡Cuán locos pueden ser estos mortales!».