lunes, 18 de diciembre de 2017

"El juicio original"; André Breton y Paul Éluard (trad. A. Pizarnik)

No leas. Mira las figuras blancas que dibujan los intervalos que separan a las palabras de muchas líneas de los libros, e inspírate en ellas.
Dale a los demás a guardar tu mano.
No te acuestes sobre las murallas.
Retoma la armadura que te has quitado a la edad de la razón.
Pon al orden en su lugar, desarregla las piedras del camino.
Forma tus ojos cerrándolos.
Dale a los sueños que has olvidado, el valor de lo que no conoces.
No prepares las palabras que gritas.
Róbale el sentido al sonido, hay tambores velados hasta en las vestiduras claras.
Habla según la locura que te ha seducido.
Lo que encuentras sólo te pertenece mientras tu mano está tendida.
Hazles la sorpresa de no confundir el futuro del verbo tener, con el pasado del verbo ser.
Al que pida ver el interior de tu mano, muéstrale los planetas no descubiertos en el cielo.
Abstente de lo que tienen la cabeza sobre los hombros.
Regula tu marcha con la de las tormentas.
Mira la flor de la enredadera: no deja oír.




jueves, 9 de noviembre de 2017

Giles Deleuze sobre la vejez

Uno ya no tiene... susceptibilidad, y además ya no se lleva ninguna decepción fundamental, vaya. Quiero decir que uno ya no... uno es mucho más desinteresado, cómo diría: uno quiere a la gente, de veras, por sí misma... Yo tengo la impresión, por ejemplo, de que la vejez afina la percepción: de las cosas que antes no habría visto, de las elegancias a las que no me había mostrado sensible –yo las veo mejor, porque miro a alguien por sí mismo, casi como si para mí se tratara de llevarme una imagen, un percepto, de extraer de él un percepto: todo eso hace de la vejez un arte. ¡Y los días pasan a tal velocidad! Con su escansión, el cansancio –pero el cansancio no es una enfermedad, es otra cosa. No es ni la muerte, ni la... es, una vez más, la señal del final de la jornada. Ahora bien, claro que hay angustias con la vejez, pero se trata de evitarlas, de conjurarlas. Es fácil conjurarlas, es un poco como con el coco: no hay que quedarse –o como con los vampiros, que por lo demás me encantan, como... no hay que quedarse solo por la noche, cuando empieza a hacer frío, porque uno es demasiado lento para salir del apuro. No, no hay que hacerlo, hay cosas que evitar, etc., pero... Y luego, lo maravilloso es que la gente te abandona, la sociedad te abandona, y eso, ser abandonado por la sociedad, es tal felicidad. Y no es que la sociedad me haya tenido muy enganchado, pero alguien que no tenga mi edad, o que no se haya jubilado, no puede figurarse la alegría que supone verse abandonado por la sociedad... Claro, cuando oigo a algunos viejos quejarse, bueno, son de aquellos que no soportan la jubilación, y desde luego no sé por qué: no tienen más que leer novelas, al menos descubrirán algo; no soportan, o... no creo en los jubilados que se... –salvo, tal vez, en el caso de los japoneses– que no pueden estar sin hacer algo. Quiero decir: es una maravilla, sí, te abandonan, y qué... o basta sacudirse un poco para que caigan todos los parásitos que has tenido en la chepa toda la vida. Caen: ¿y qué queda a tu alrededor? Tan sólo gente a la que quieres, sólo gente a la que quieres y que te soportan, que te quieren también cuando te hace falta: el resto te ha abandonado. Y aun así, cuando hablo, como yo, en ese momento, se hace muy duro cuando algo te alcanza. Yo no soporto, ya no tengo más que... ya no conozco la sociedad sino a través del recibo de la pensión todos los meses. Es algo –si no sé que soy un completo desconocido de la sociedad. Entonces, la catástrofe llega cuando hay alguien que cree sigo formando parte de ella, y que me pregunta... es algo completamente diferente, porque lo que estamos haciendo en este momento forma parte hasta tal punto de mi sueño de vejez... pero a quién me pide una entrevista, una conversación y todo eso, me dan ganas de decirle: «No, la cabeza ya no me funciona, ¿no estás al corriente de que soy viejo y de que la sociedad me ha abandonado?». Pero se está bien, te lo aseguro.




martes, 26 de septiembre de 2017

"Otras maneras de usar la boca"; Rupi Kaur

dijiste. si tiene que pasar. el destino nos hará volver juntos. durante un segundo me pregunto si de verdad eres así de ingenuo. si realmente crees que el destino funciona así. como si viviera en el cielo y nos mirara desde arriba. como si tuviera cinco dedos y pasara el tiempo colocándonos como piezas de ajedrez. como si no fueran las decisiones que tomamos las que. quien te enseñó eso. dime. quién te convenció. te han dado un corazón y una mente que no te corresponde usar. tus acciones no definen quién serás. quiero chillar y gritar somos nosotros, idiota. somos los únicos que podemos hacer que volvamos. pero en vez de eso me siento en silencio. sonrío tímidamente a través de mis labios temblorosos y pienso. es trágico. cuando puedes verlo con tanta claridad pero la otra persona no lo hace.



miércoles, 13 de septiembre de 2017

"Llénalo de amor"; Amado Nervo

Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
Adolescente, joven, viejo:
siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío,
ve a buscar al amor.
No pienses: "Sufriré".
No pienses: "Me engañarán".
No pienses: "Dudaré".
Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente,
en busca del amor.
¿Qué índole de amor?
No importa.
Todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas...
pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Él lleva en sí mismo su finalidad.
No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras:
el amor lleva en sí su propia plenitud.

Siempre que haya un hueco en tu vida,
llénalo de amor.




miércoles, 23 de agosto de 2017

Algunas respuestas de Michel Onfray

¿Cree que la filosofía debe cambiar la vida del filósofo y, eventualmente, la de sus lectores?
Un pensamiento que no cambia la vida del lector es un pensamiento cosmético. Por desgracia, hay un mercado para este tipo de publicaciones inofensivas. Por mi parte, creo que, en el espíritu de la filosofía antigua, la filosofía es la conversión de la existencia después de la unión con un pensamiento.

¿Hay algo equívoco cuando se habla de hedonismo?
Por supuesto. Cuando se habla del placer, cada uno piensa en su propio placer. Y para la mayoría, rara vez es un territorio refrenado y feliz, sereno y apaciguado, calmo y alegre. El placer al que yo invito es el ascetismo y el despojamiento: no una vida ascética, sino una vida en la que el tener está ahí, pero no cuenta para nada. Bien se podría no tener nada. Hace falta el desapego. No: no tener, no ser poseído por lo que tenemos. No tiene nada que ver con el goce desenfrenado, el consumismo sexual, la conquista de mujeres por una noche, el libertinaje trivial, etc.

¿Cómo pensar, muy en breve, nuestra relación con el mundo?
Me pregunta por lo que me ha tomado cientos de páginas desarrollar… Para ser breve, es necesario saber que no somos sino un fragmento de un gran todo, que admitir la necesidad nos hace ser sabios y esta sabiduría trae la paz.

¿Cuán importante es la reputación de un filósofo?
La reputación es a menudo la suma de malentendidos que se acumulan en nuestra cuenta. No es nada. Lo que importa, en cambio, es vivir bajo la mirada de la gente que se ama o de la gente que se amó y que está muerta, teniéndolos por testigos de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que decimos. Esta es la única reputación que me importa.

jueves, 3 de agosto de 2017

"Las lunas, refugio de la memoria"; Eugenio Carutti

La Luna, en cuanto cualidad energética, prosigue con su ritmo natural, reapareciendo a lo largo de la vida adulta en contextos nuevos e integrados al conjunto de la carta. Pero la conciencia, fijada en la manifestación de esta cualidad en los primeros estadios de su experiencia, la habrá reducido a un mecanismo psicológico en el que se refugia toda vez que los acontecimientos superan su umbral de seguridad emocional. Si un empresario —aparentemente exitoso y maduro— atravesara por una quiebra, sería absolutamente lógico y saludable que buscara el contacto con su familia y sus afectos, para encontrar consuelo y sostén emocional en una situación difícil. Aquí estaría representada la energía lunar en integración positiva con las restantes del sistema, en tanto patrón de contención y pertenencia. Sería más extraño, por cierto, que para consolarse fuera a buscar a su madre, habiendo ya construido en su vida un entramado emocional maduro y diferenciado, aunque podamos suponer que en una situación de máxima crisis, la persona anhele el consuelo de su afecto más primario. Pero lo que sí ejemplificaría el mecanismo es el caso en el que este empresario, rechazando todo otro vínculo que no fuera la presencia de su madre, se encerrara en la casa de ésta negándose a salir, en la convicción de que la sola presencia materna habría de resolver sus dificultades.
Aunque parece una exageración, esto es lo que sucede habitualmente con nuestra Luna, sin que lo advirtamos: la identidad integrada que — como el pollito— salió del cascarón lunar para continuar creciendo, en realidad permaneció adherida a él. Apenas, en el campo energético, una dinámica particular afecta aquello que tenemos connotado como seguro, nos retraemos en busca de lo más conocido —la Luna— de un modo tan absurdo como el de un pollo que busca meter la cabeza en el huevo cada vez que se siente amenazado, en la creencia de que así estará protegido.
Esto es lo que llamamos mecanismo lunar y es fundamental que lo distingamos de la cualidad lunar y sus talentos. El mecanismo lunar es la repetición regresiva de una matriz imaginaria de seguridad.
Aquella cualidad que sirvió como protección y nido afectivo en la infancia, simplemente ya no cumple esa función, porque las condiciones han cambiado. Sin embargo, la inercia del hábito imagina su repetición y recorta la realidad para convencerse de que ese escenario aún es posible. Por eso, es falsa la seguridad que su perpetuación ofrece y de esta ilusión surgen innumerables conflictos de destino; de cualquier manera, esto se produce en nosotros, en forma casi inevitable. Es todo un aprendizaje disolver la autonomía de la memoria lunar que se proyecta inconscientemente sobre el mundo, para poder vivir en forma integrada las cualidades de nuestra Luna.
Así como distinguimos —en diferentes órdenes de realidad— patrones de despliegue energéticos que constituyen las matrices básicas de la astrología, también debemos descubrir el modo a través del cual el ser humano reacciona ante ellos, configurando patrones de respuesta que, al tender a fijarse, producen sufrimiento y la repetición sistemática de secuencias de acontecimientos (destino).
Uno de nuestros patrones de respuesta más importantes es el mecanismo lunar; comprenderlo es fundamental, para diferenciar entre aquello que la matriz energética expresa y el modo en el que la conciencia queda atrapada por una trama de reacciones y proyecciones.



miércoles, 26 de julio de 2017

Nasio sobre la repetición

El segundo modo del retorno del pasado no es en nuestra memoria, sino en actos, en los actos esenciales de nuestra vida. ¿Qué es psicológicamente lo que nosotros repetimos? Lo que repetimos se produce en los actos esenciales de nuestra vida, esos actos son fundamentalmente la repetición de amar y de sufrir la pérdida o la separación. Si ustedes me preguntan qué es lo que se repite en nuestra vida desde el punto de vista psicológico, lo que se repite es nuestra manera de amar, nuestros compromisos afectivos con un ser amado, con una cosa amada (una casa un país, un lugar) o con un ideal amado. Nosotros repetimos una manera de amar y repetimos también una manera de separarnos, de perder aquello que amamos. Lo que repetimos son siempre actos ligados al amor o actos ligados a la separación. Así, cada retorno en acto de un pasado feliz en el que hemos amado o de un pasado doloroso en el que hemos sufrido una pérdida, es indiscutible que cada acto esencial de nuestra vida es un acrecentamiento de nuestro ser; cada vez que nos separamos –supongamos que nos separamos dolorosamente por una pena de amor o, al revés, nos comprometemos en una relación feliz- , cada vez que hay algo esencial que marca un pasaje de un desafío, de una prueba, nuestro ser crece y cada acto es una nueva capa que se añade y se funde con las antiguas capas que constituyen la base de nuestra personalidad.

En efecto, ¿qué somos, qué es hoy nuestro Yo, sino la sedimentación de todos los retornos en acto de un pasado intenso, ya sea feliz o doloroso? Enteramente, nuestro pasado nos sigue en cada instante; lo que hemos sentido, pensado, querido desde nuestro primer despertar, incluso desde nuestra vida embrionaria, está aquí presente en el instante actual. Nosotros somos nuestro pasado en acto. Nosotros somos nuestro inconsciente en acto, un inconsciente que se confunde con el pasado, un inconsciente que no está detrás de nosotros sino en nosotros.



miércoles, 12 de julio de 2017

"El cosmos pertenece a los griegos"; E J Rodriguez

Una célebre anécdota cuenta que Tales de Mileto, padre de la filosofía griega, quiso darles una lección a quienes se reían de él por su aparente falta de ambición. Vivía entregado a la reflexión y despreciaba los bienes materiales hasta el punto de llevar una existencia rayana en la pobreza. Era, pues, objeto de burla para quienes no entendían que un hombre tan preparado pudiera pasar el día mirando al infinito, ocupación inútil que no le reportaba ganancia alguna. Un día, cansado de estas burlas, Tales pidió un préstamo. En una decisión difícil de comprender, compró todos los molinos de aceite abandonados de la región. El número de molinos fabricados superaba con mucho lo requerido por la producción habitual de aceitunas, así que había un buen número de ellos que permanecían abandonados y gracias a esto, pudo adquirirlos a bajo precio. Semejante extravagancia produjo nuevas burlas. Pero Tales, debido a las predicciones que había elaborado gracias a sus conocimientos astronómicos, confiaba en que la temporada de la aceituna iba a ser excepcionalmente productiva. Acertó. La nueva cosecha fue tan abundante que, ante la falta de molinos disponibles, los fabricantes de aceite terminaron alquilando todos los que Tales había adquirido, pagando el precio que tuvo a bien disponer. De este modo, Tales reunió una pequeña fortuna. Sin embargo, habiendo demostrado a los incrédulos que si no utilizaba sus conocimientos para enriquecerse era porque el dinero no significaba nada para él, pero no porque no sirvieran para nada, retornó a sus habituales tareas contemplativas. Todos habían entendido que lo único importante en su vida era acumular nuevo conocimiento, por encima de cualquier otra utilidad que ese conocimiento pudiera proporcionarle.

Este relato pudo ser cierto, pero también pudo ser inventado para loar la admirable figura del primer gran filósofo occidental. Difícil precisarlo. Como fuere, ilustra muy bien la actitud de los astrónomos griegos con respecto a la de sus grandes predecesores, los astrónomos egipcios y babilonios. En aquellas grandes civilizaciones la astronomía había sido valorada como una herramienta para mejorar la vida, por ejemplo organizando la actividad agrícola para conseguir el mayor rendimiento de las cosechas, gracias a poder determinar de antemano la época del año indicada para la siembra. En estas cuestiones técnicas, los astrónomos egipcios y babilonios habían alcanzado grandes progresos; conocían bien el cielo y podían predecir, con una fiabilidad notable, acontecimientos astronómicos básicos para la elaboración de su calendario agrícola. Sin embargo, nunca habían usado esos conocimientos para intentar elaborar un concepto del universo. Su cosmovisión era de raíces mitológicas, y mientras pudiesen seguir organizando sus actividades de acuerdo a ese calendario, no necesitaban otra. Eran, ante todo, pragmáticos. Pero los griegos, emulando el ejemplo de Tales de Mileto, quisieron desde muy pronto trascender la mera utilidad práctica de la astronomía. Fueron, pues, los primeros en desear desentrañar cómo es de verdad el universo, e iniciaron un camino en el que descubrieron el poder de fascinación de una nueva ciencia, la cosmología. Aquel camino, que todavía hoy estamos recorriendo, está señalizado con letras griegas. Todo que hayamos conseguido en siglos recientes en cuanto al conocimiento del cosmos, que es mucho, se lo debemos a ellos más que a nadie.

lunes, 26 de junio de 2017

Luc Ferry acerca del amor y de la muerte

-¿El miedo a la muerte?

-Sí, ese miedo que engloba todos los demás. Cuando el hombre está sometido a los miedos, no puede ser íntimamente libre ni generoso con los demás. Cuando el hombre tiene miedo (a las ratas, a los ascensores, al cáncer), está totalmente privado de libertad y cerrado a los otros. El sabio es aquel que consigue superar los miedos que lo acosan. Ese es el gran principio que recorre toda la filosofía, desde los griegos hasta Heidegger, incluido Nietzsche. Aquel que gracias a la filosofía llega a esa especie de serenidad que los griegos llaman sofía. Los grandes maestros griegos, tanto de la tradición estoica como epicúrea, que son las dos grandes tradiciones filosóficas griegas, decían a sus discípulos: "Mientras tengas miedo de la muerte, no podrás vivir una buena vida". La filosofía nació de ese miedo a la muerte, que con frecuencia no es solo miedo a la propia muerte sino también a la muerte de los seres queridos. Desde ese punto de vista, las grandes filosofías son las grandes competidoras de las religiones. Desde siempre, las grandes teorías filosóficas han sido las competidoras de las religiones. En la tradición griega, mitología y filosofía son realmente competidoras. Ambas dicen la misma cosa: una por el mito, la otra por la razón. Lo mismo que las grandes filosofías occidentales lo fueron con el cristianismo.

-¿Se puede decir que el miedo a la muerte incluye el miedo a toda pérdida irreversible?

-Así es. Como en el poema de Edgar Allan Poe, donde el cuervo dice "Never more" (nunca más). Hay en nuestras vidas cosas que pasan para siempre: un divorcio, una mudanza, la pérdida de un empleo, la disputa con un amigo. Durante la vida hay experiencias de pequeñas muertes que nos hacen palpar lo irreversible del tiempo que pasa. Es algo muy angustiante. Un poeta latino decía: "No hay nada peor que los buenos recuerdos".

-¿Y cómo perder el miedo a la muerte?

-Una fórmula estoica que me gusta mucho dice: "Sabio es aquel que lamenta un poco menos, que espera un poco menos y que ama un poco más". Nietzsche retomará esa bella idea y la llamará "la inocencia del devenir". En pocas palabras, el sabio consigue reconciliarse con la vida cuando deja de relativizar el presente con los recuerdos del pasado o con las expectativas del porvenir. En toda su historia, desde los estoicos hasta Nietzsche, la filosofía está atravesada por una misma problemática: tratar de aprender a vivir mejor.

(...)

-Entonces Ferry les dice: "Ahora que ustedes no creen en Dios, les voy a explicar cómo ser felices".

-No, para nada. Primero les digo: "Que ustedes no sean creyentes no quiere decir que las cuestiones de espiritualidad no les interesen". No hay que confundir moral con espiritualidad. La moral es el respeto del otro. Grosso modo, moral quiere decir derechos humanos. Cualquiera sea la moral que uno escoja -hay tres o cuatro por ahí-, todas se basan en el respeto y la honestidad. Pero aunque uno sea perfectamente moral, respetuoso y honesto, igual seguirá estando expuesto a la muerte de sus seres queridos, a la vejez o a tener un hijo con cáncer. El duelo, el sufrimiento, la enfermedad, la vejez, la separación son cuestiones que dependen de la espiritualidad. Después les señalo [a los lectores] cuál es el objeto mismo de la filosofía: "Si bien usted no es creyente, recuerde que hay una espiritualidad laica". También digo que en filosofía no es importante la pregunta (¿cómo alcanzar la serenidad?), sino la respuesta. La historia de la filosofía es una serie de tentativas de responder a esa pregunta sobre la espiritualidad. En otras palabras, ¿cómo vivir con la gente que uno ama cuando se sabe que van a morir y que uno va a morir? ¿Cuál es el diálogo que uno tiene con sus padres cuando se acerca el momento de la muerte? En resumen, ¿cuál es la sabiduría del amor cuando uno es mortal?


miércoles, 21 de junio de 2017

Cuando Saturno visita a Urano & a Neptuno

Entonces pasa que un tránsito de Saturno por tu casa VII te hace pensar en las relaciones de pareja. 
Y te das cuenta que cuando soltás a alguien, no necesariamente tenés que soltar a una persona en particular.
En el fondo, no se trata de decirle adiós a alguien. Mucho menos de echarle la culpa o de asumirla.
Por el contrario, pensemos que también existe otra posibilidad, la de dejar atrás una forma de relacionarnos. 
¿Qué pasa si lo que realmente hacemos caer es un modo de vincularnos que nos va quedando cada vez más chico o que no se puede sostener por sí mismo? 
Después de todo, quizás lo más importante sea eso. No tomarse las relaciones de pareja de forma muy personal y poder decirle adiós a los rasgos del vínculo que no suman.
Abrir el juego hacia una sinceridad compartida, a relaciones más honestas, conscientes y comprometidas con lo que queramos y podamos construir.
En última instancia, que la posibilidad del vínculo no se juegue entre los automatismos propios y ajenos. 
Como dijo un viejo poeta: hay que reinventar el amor; ya se sabe.




lunes, 19 de junio de 2017

Cohen, en el príncipe de Asturias

Mientras hacía el equipaje, cogí mi guitarra. Tengo una guitarra Conde que está hecha en el gran taller de la calle Gravina, 7, en España. Es un instrumento que adquirí hace más de 40 años. La saqué de la caja, la alcé, y era como si estuviera llena de helio, era muy ligera. Y me la acerqué a la cara, miré de cerca el rosetón, tan bellamente diseñado, y aspiré la fragancia de la madera viva. Ya saben que la madera nunca llega a morir. Y olí la fragancia del cedro, tan fresco como si fuera el primer día, cuando la compré. Y una voz parecía decirme: “Eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a la tierra de donde surgió esta fragancia”. Así que vengo hoy, aquí, esta noche, a agradecer a la tierra y al alma de este pueblo que me ha dado tanto. Porque sé que un hombre no es un carnet de identidad y un país no es solo la calificación de su deuda.
Ustedes saben de mi profunda conexión y confraternización con el poeta Federico García Lorca. Puedo decir que cuando era joven, un adolescente, y buscaba una voz en mí, estudié a los poetas ingleses y conocí bien su obra y copié sus estilos, pero no encontraba mi voz. Solamente cuando leí, aunque traducidas, las obras de Federico García Lorca, comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia. Y conforme me iba haciendo mayor comprendí que con esa voz venían enseñanzas. ¿Qué enseñanzas eran esas? Nunca lamentarnos gratuitamente. Y si uno quiere expresar la grande e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de los límites estrictos de la dignidad y de la belleza.



viernes, 16 de junio de 2017

Paradojas del narcisismo espiritual

Hay gente que piensa que está en el corazón 
Incluso se atreven a sentir con las neuronas
Y antes de escucharte
Antes de respirar con vos
Ya saben que espejito de color con promesas de fast food te van a vender.






miércoles, 14 de junio de 2017

Hugo Mujica sobre la poesía, la vida y la imaginación

-Y la poesía entra ahí.
-La poesía entra ahí. Diría la creatividad, es ese lugar que toca eso que no se puede decir.
-De algún modo, ¿sentís que es también como un sermón, en el sentido de canto de iluminación, tu poesía?
-Sí, es compartir experiencia de vida. A mí me tocó vivir mucho. Me tocó. La vida se me fue desplegando.
-¿Pero vos creés que sos inocente en ese desplegarse, o que fuiste activo ante tu destino?
-Si yo tengo que pensar en algo que yo hice, de lo que me fue pasando, fue solo el darme cuenta cuando las cosas se terminaban. Eso sí. Siempre le fui fiel a eso. Me equivoqué mil veces, claro, pero fui fiel cada vez que sentí que ya estaba, desde que sentí que era momento de irme cuando vivía con mis padres hasta hoy –y eso que en esa época no existía el irse a vivir solo-. Yo suelo decir: cuando una forma de la vida que viví ya no dispensa vida, ya te tenés que conformar con complicarla adentro. Y yo siempre sentí cuando venía otra cosa. Después creí que iba a ser pintor para siempre, y cuando me di cuenta que yo no estaba más en lo que hacía ahí lo dejé. Después creí que iba a ser monje para siempre. Después escritor. Bueno, ahora viene la muerte, que no es poco.
-¿Qué imaginás que hay ahí?
-Nada.
-¿Nada?
-No nada en el sentido de Nada. Digo: no me da la imaginación. Lo que me pone muy contento, porque me parece que la muerte es de una densidad creativa tal que no tenemos acceso imaginario. Eso me parece bueno.


jueves, 8 de junio de 2017

"Defender la sociedad"; Michel Foucault

Lo que intenté recorrer desde 1970-1971 fue el cómo del poder. Estudiar el cómo del poder es decir, tratar de captar sus mecanismos entre dos referencias o dos límites: por un lado, las reglas de derecho que delimitan formalmente el poder, y por el otro, por el otro extremo, el otro límite, los efectos de verdad que ese poder produce, lleva y que, a su vez, lo prorrogan. Triángulo, por lo tanto: poder, derecho, verdad. Esquemáticamente, digamos esto: existe una cuestión tradicional que es, creo, la de la filosofía política y que podríamos formular así: ¿cómo puede el discurso de la verdad o, simplemente, la filosofía entendida como el discurso por excelencia de la verdad, fijar los límites de derecho del poder? Ésa es la cuestión tradicional. Ahora bien, la que yo quería plantear es una cuestión que está por debajo, una cuestión muy fáctica en comparación con la tradicional, noble y filosófica. Mi problema seria, en cierto modo, el siguiente: ¿cuáles son las reglas de derecho que las relaciones de poder ponen en acción para producir discursos de verdad? O bien: ¿cuál es el tipo de poder susceptible de producir discursos de verdad que, en una sociedad como la nuestra, están dotados de efectos tan poderosos?
Quiero decir esto: en una sociedad como la nuestra -aunque también, después de todo, en cualquier otra—, múltiples relaciones de poder atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso verdadero. No hay ejercicio del poder sin cierta economía de los discursos de verdad que funcionan en, a partir y a través de ese poder. El poder nos somete a la producción de la verdad y sólo podemos ejercer el poder por la producción de la verdad. Eso es válido en cualquier sociedad, pero creo que en la nuestra esa relación entre poder, derecho y verdad se organiza de una manera muy particular.
Para marcar, simplemente, no el mecanismo mismo de la relación entre poder, derecho y verdad sino la intensidad de la relación y su constancia, digamos lo siguiente: el poder nos obliga a producir la verdad, dado que la exige y la necesita para funcionar; tenemos que decir la verdad, estamos forzados, condenados a confesar la verdad o a encontrarla.
El poder no cesa de cuestionar, de cuestionarnos; no cesa de investigar, de registrar; institucionaliza la búsqueda de la verdad, la profesionaliza, la recompensa. Tenemos que producir la verdad del mismo modo que, al fin y al cabo, tenemos que producir riquezas, y tenemos que producir una para poder producir las otras. Y por otro lado, estamos igualmente sometidos a la verdad, en el sentido de que ésta es ley; el que decide, al menos en parte, es el discurso verdadero; él mismo vehiculiza, propulsa efectos de poder. Después de todo, somos juzgados, condenados, clasificados, obligados a cumplir tareas, destinados a cierta manera de vivir o a cierta manera de morir, en función de discursos verdaderos que llevan consigo efectos específicos de poder. Por lo tanto: reglas de derecho, mecanismos de poder, efectos de verdad. O bien: reglas de poder y poder de los discursos verdaderos. Ése fue, más o menos, el ámbito muy general del recorrido que quise hacer, recorrido que realicé, bien lo sé, de una manera parcial y con muchos zigzags.



*La farsa de los ausentes, de Pompeyo Audivert

miércoles, 7 de junio de 2017

Nina Simone sobre la libertad

"Es solo un sentimiento, solo un sentimiento. ¿Cómo le explicás a alguien cómo se siente estar enamorado? ¿Cómo le decís a alguien que nunca estuvo enamorado cómo se siente estarlo? No podrías hacerlo ni aunque de ello dependiera tu vida. Podrías describir cosas, pero no podrías decirle. Sin embargo, cuando pasa, lo sabés. A eso me refiero con ‘libre’. Hubo un par de veces, sobre el escenario, en donde de verdad me sentí libre, y eso es algo de otro mundo. Te voy a decir qué es la libertad para mí: no tener miedo. En serio, nada de miedo. Ojalá pudiera vivir así la mitad de mi vida: sin miedo"



martes, 6 de junio de 2017

La eternidad melancólica de los infinitos mundos posibles.

Para Leibniz éste es el mejor de los mundos posibles, no porque sea perfecto, sino simplemente porque es, porque existe. 
Para rebatir este argumento no sirve de mucho dirigir la atención hacia aquello que desde nuestro pequeño y magnífico ombligo consideramos como malo o terrible, porque este mundo tiene la insoportable ventaja de ser efectivo en cuanto a realizaciones hablamos. 
Pensemos por un segundo que frente al infinito número de posibilidades, es el único que se concretó materialmente, el único que podemos habitar y del único que podemos hablar.
Es.
Simplemente es.
Ni la herida más honda de amor, ni el hambre de Africa, ni la guerra, ni el tipo que duerme en la calle a la vuelta de tu casa son argumentos posibles para decirle al tío alemán de Brian May "ey man, esto está muy lejos de ser lo mejor..." porque toda pregunta por el dolor, por la alegría y por todo el sinsentido que podamos hallar pierde peso ante la prioridad de la existencia.
El acto siempre fue más que la potencia.
El condicional es mas vago que el acontecimiento.
Así, podemos hablar de lo que sea, pero siempre partiendo de que solamente somos en este mundo. 
Y es en las experiencias que tenemos de esta -solo de esta- realidad que encontramos lo que necesitamos para crecer.



lunes, 29 de mayo de 2017

"Estrella distante"; Roberto Bolaño

Wieder salió lejos del aeródromo, en un barrio periférico de Santiago. Allí escribió el primer verso: La muerte es amistad. Después planeó sobre unos almacenes ferroviarios y sobre lo que parecían fábricas abandonadas aunque entre las calles pudo distinguir gente arrastrando cartones, niños trepados en las bardas, perros. A la izquierda, a las 9, reconoció dos inmensas poblaciones callampas separadas por la vía del tren. Escribió el segundo verso: La muerte es Chile. Luego giró a las 3 y enfiló hacia el centro. Pronto aparecieron las avenidas, el entramado de espadas o serpientes de colores apagados, el río real, el zoológico, los edificios que eran el orgullo de pobre de los santiaguinos. La visión aérea de una ciudad, lo dejó anotado en alguna parte el propio Wieder, es como una foto rota cuyos fragmentos, contrariamente a lo que se cree, tienden a separarse: máscara inconexa, máscara móvil. Sobre la Moneda, escribió el tercer verso: La muerte es responsabilidad. Algunos peatones lo vieron, un escarabajo oscuro recortado sobre un cielo oscuro y amenazante. Muy pocos descifraron sus palabras: el viento las deshacía en apenas unos segundos. En algún momento alguien intentó comunicarse por radio con él. Wieder no contestó la llamada. En el horizonte, a las 11, vio las siluetas de dos helicópteros que iban a su encuentro. Voló en círculos hasta que se acercaron y luego los perdió en un segundo. En el camino de vuelta al aeródromo escribió el cuarto y quinto verso: La muerte es amor y La muerte es crecimiento. Cuando avistó el aeródromo escribió: La muerte es comunión, pero ninguno de los generales y mujeres de generales e hijos de generales y altos mandos y autoridades militares, civiles, eclesiásticas y culturales pudo leer sus palabras. En el cielo se gestaba una tormenta eléctrica. Desde la torre de control un coronel le pidió que se diera prisa y aterrizara. Wieder dijo entendido y volvió a tomar altura. Por un momento los que estaban abajo creyeron que otra vez se iba a meter en el interior de una nube. Un capitán, que no estaba en el palco de honor, comentó que en Chile todos los actos poéticos terminaban en desastres. La mayoría, dijo, son sólo desastres individuales o familiares pero algunos acaban como desastres nacionales. Entonces, en el otro extremo de Santiago pero perfectamente visible desde las tribunas instaladas en el Capitán Lindstrom, cayó el primer rayo y Carlos Wieder escribió: La muerte es limpieza, pero lo escribió tan mal, las condiciones meteorológicas eran tan desfavorables que muy pocos de los espectadores que ya comenzaban a levantarse de sus asientos y abrir los primeros paraguas comprendieron lo escrito. Sobre el cielo quedaban jirones negros, escritura cuneiforme, jeroglíficos, garabatos de niño. Aunque algunos sí que lo entendieron y pensaron que Carlos Wieder se había vuelto loco. Comenzó a llover y la desbandada fue general. En uno de los hangares se había improvisado un cóctel y a aquella hora y con aquel chaparrón todo el mundo tenía hambre y sed. Los canapés se acabaron en menos de quince minutos. Los mozos, reclutas de Intendencia, iban y venían con una velocidad pasmosa y una diligencia que despertó la envidia en algunas señoras. Algunos oficiales comentaron lo raro que resultaba aquel piloto poeta, pero la mayoría de los invitados hablaban y se preocupaban por temas de relieve nacional (e incluso internacional).


viernes, 26 de mayo de 2017

El silencio entre los tracks de Frusciante

Promediando "Shadows Collide with People", John Frusciante incluye "Failure 33 object", una canción instrumental rara, un tanto áspera y difícil para el oído. 
Si bien la primera vez que la escuché sentí que era un ejercicio de autoindulgencia o una rareza incluida en el disco, poco a poco me fui alejando de esa idea y preferí entenderla en conjunto con todo el LP, pero mas que nada unida a la canción que le sigue.
Holistic music, canciones aspectadas o algo por el estilo. Ponele el subtítulo que mejor se te ocurra.
La cosa es que cuando la espiral de estridencia asciende a paso firme y se vuelve cada vez más furiosa e insoportable,  de repente se clausura el ruido y muta en otro número de track.
Si, muta.
Porque son esos mismos sonidos los que inauguran otra armonía. Pero esta novedad, claro está, no sucede sino hasta que todo lo anterior se agote.
Simple no?
Después del zumbido que altera, aterra y molesta, aparece una melodía que invita a la calma y a la contemplación.
Y en el medio, un silencio casi imperceptible. 



jueves, 25 de mayo de 2017

"Acorn"; Yoko Ono

La Vida I


Un viejo guerrero japonés que perteneció al famoso Regimiento de la Juventud Byakkotai, sovreviviente de la batalla de la montaña Suribachi al cambiar el siglo, contó esta historia en un programa de radio cuando yo era niña:

"Sobreviví porque era demasiado joven para ser un buen espadachín. Basicamante corrí. Vi detrás de un árbol, a un viejo y famoso guerrero rodeado por espadachines enemigos, peleando por su vida. El guerrero movía y giraba su cuerpo, ubicándose bajo las espadas enemigas en un ángulo desde el cual era difícil para la espada cortar el cuerpo. Se ubicaba en ese ángulo conforme las espadas caían sobre él. Desde donde yo estaba, parecía como si bailara una danza elegante. De repente, me di cuenta de que estaba en una posición muy diferente. No vi cómo sucedió porque fue de una manera muy gradual y sutil, pero de alguna forma salió del círculo de las espadas. Sus enemigos ahora estaban detrás de él.

Después de la batalla, me mostró sus ropas y su cuerpo. Su ropa estaba hecha jirones, pero su cuerpo sólo tenía pequeñas cortaduras que él llamó rasguños. Así me enseñó cómo ubicar el cuerpo bajo las espadas."

Esta historia me ayudó en un punto de mi vida en el que fui atacada desde todas las direcciones y tuve que tomar una serie de decisiones y hacer movimientos rápidos.
Cuenta si tienes una historia que te haya ayudado a sobrevivir.



lunes, 22 de mayo de 2017

"Filósofos en la tormenta"; Elizabeth Roudinesco

En todas partes, las mismas preguntas; y en todas partes, las mismas respuestas, que pretenden dar testimonio del nuevo malestar en la cultura. ¿Ha desaparecido el padre? ¿Pero por qué no la madre? ¿No es la madre un padre y el padre una madre? ¿Por qué la juventud no piensa en nada? ¿Por qué los niños son insoportables? ¿La causa es Françoise Dolto, la televisión, la pornografía o los cómics? ¿Y los maîtres a penser dónde están? ¿Muertos? ¿En gestación? ¿Están hibernando? ¿Definitivamente en vías de extinción?
Las mujeres ¿son capaces, de la misma manera que los hombres, de dirigir hombres, de pensar como los hombres, de ser filósofas? ¿Tienen el mismo cerebro, las mismas neuronas, las mismas emociones, los mismos instintos criminales? ¿Era Cristo el amante de María Magdalena y, en consecuencia, la religión cristiana es sexuada, está dividida entre un polo femenino oculto y un polo masculino dominador?
¿Francia está en decadencia? ¿Está usted a favor o en contra de Spinoza, de Darwin, de Galileo? ¿Ama usted Estados Unidos? ¿Heidegger fue sólo un nazi? ¿Michel Foucault fue el precursor de Bin Laden, Gilles Deleuze un toxicómano, Jacques Derrida un gurú deconstruido? ¿Napoleón era muy diferente de Hitler? Exprese las semejanzas, exprese su pensamiento, evalúe su saber, hable en nombre propio.
¿A quién prefiere usted? ¿Quiénes son los más pequeños, los más grandes, los más mediocres, los más mistificadores, los más criminales? Clasificar, ordenar, calcular, medir, evaluar, normalizar. Este es el grado cero de las interrogaciones contemporáneas, que no cesan de imponerse en nombre de una modernidad hipócrita que vuelve sospechosa toda forma de inteligencia crítica fundada en el análisis de la complejidad de las cosas y de los hombres.
La sexualidad nunca ha sido tan libre. La ciencia nunca ha progresado tanto en la exploración del cuerpo y del cerebro. Y sin embargo, nunca fue tan agudo el sufrimiento psíquico: soledad, ingesta de psicotrópicos, aburrimiento, cansancio, régimen, obesidad, medicación de cada minuto de la vida. La necesaria libertad de sí, conquistada con grandes luchas durante el siglo XX, parece haberse convertido en una exigencia de obligación puritana. En cuanto al sufrimiento social, es tanto más insoportable cuanto que parece estar en constante progresión, con trasfondo de desempleo de jóvenes y deslocalizaciones trágicas.
Liberado del yugo de la moral, el sexo ya no se vive como el correlato de un deseo sino como una prestación, una gimnasia, una higiene de los órganos que no puede conducir más que a un hastío mortífero. ¿Cómo gozar? ¿Cómo hacer gozar? ¿Cuál es el tamaño ideal de la vagina? ¿Cuál es la longitud correcta para un pene? ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas parejas en una vida, en una semana, en un día, en un minuto? La psicología del condicionamiento y de la alienación sexológica o de intercambio nunca tuvo tanta fuerza como hoy. Tanto es así que asistimos a una amplificación de todas las quejas. Pues cuanto más se promete la felicidad y la seguridad ideal, más persevera la desdicha, más aumenta el riesgo y más se rebelan las víctimas de las promesas incumplidas en contra de aquellos que los han traicionado.
¿Cómo no ver en esta curiosa psicologización de la existencia que ha ganado toda la sociedad, y que contribuye a la despolitización creciente, la expresión más solapada de aquello que Michel Foucault y Gilles Deleuze llamaron “un pequeño fascismo ordinario”, íntimo, deseado, querido, admitido y celebrado por aquel que a veces es su protagonista y otras veces su víctima? Un pequeño fascismo que nada tiene que ver, claro está, con los grandes fascistas, puesto que se desliza en cada individuo sin que éste se dé cuenta, sin que peligren los sacrosantos principios de los derechos humanos, del humanismo y de la democracia




miércoles, 17 de mayo de 2017

"El amor nos destrozará"; Diego Erlan

El chico se acuesta en la cama en calzoncillos, se deja envolver por el aroma a colonia de nena, busca el oso fucsia y duerme abrazado a él, sin acordarse de los gritos y los llantos de su casa. Se despierta por la mañana con los sonidos de los pájaros en una habitación soleada, con el desayuno servido en una mesa de madera de una casa limpia y ordenada en la que a nadie se le ocurre gritar. En la cocina se encuentra con Greta y se alegra de verla.
—Hola —le dice ella, saludándolo con sus ojos grandes mientras columpia sus piernas.
El chico ya no tiembla aunque todavía no sepa cómo decirle que la quiere y que le gustaría darle un beso. Entonces la abuela de la nena se acerca, lo saluda con un beso en la cabeza, le pregunta cómo durmió y le sirve jugo de naranja. Greta le pide que se apure, que tome rápido el jugo así salen a jugar, y él asiente. Le gustaría jugar a las escondidas.
—O al bosque encantado —dice ella, y aunque él no sepa cómo se juega dice que le divierte, que podrían llenar bombitas con agua y Greta abre más los ojos y la boca.
—Me divierte —dice.
—¿Y van a disfrazarse para la fiesta de esta noche? —pregunta la abuela.
—Me encantan las fiestas —dice Greta—. Me encanta el carnaval —y se incorpora y da una vuelta en el lugar, abre su pollera como las princesas y canta una canción que, según ella, es de Abba.
—¿Conocés? —pregunta.
—¿Qué?
—Abba.
El chico no tiene idea y se ríe.
—No importa —dice Greta y lo toma de la mano—. Tenemos que ir hasta el fondo para buscar las muñecas, que son tus hijas, por si no te acordás.
El chico la acompaña feliz, como si los días soleados fueran perfectos.
Y llega la tarde y el momento de cambiarse, ponerse una camisa verde fluorescente, un pantalón bermudas verde manzana. El chico deja aquella habitación con canastos y ropa de mujer, y llega hasta la puerta de la casa. Salta. Intenta volar pero no puede. Greta sale de la habitación con sus hermanas y corre hasta donde está el chico que la mira y le pregunta quién es y ella lo mira, el flequillo sobre uno de sus ojos, y dice:
—Soy Wendy. 
De la mano llegan hasta el baldío donde hay luces de navidad en los árboles y tablones a los costados con bebidas y tachos de basura con hielo. Personas disfrazadas con las narices empolvadas con harina y la madre del chico que mira todo de lejos. No tiene ganas de ir a saludarla y por eso se esconde entre la gente, de la mano de Greta, que le dice que podrían bailar y empieza a dar saltos. El chico se ríe. El chico también salta y le dice que Peter Pan vuela y Wendy le dice que Peter Pan, al final de todo, mientras se hace de noche y se encienden las luces de la calle y las guirnaldas flamean por el viento, termina por darle un beso a ella que es Wendy.
—Y después se ponen de novios.
El chico la mira.
—A lo mejor te divierte ser mi novio —dice ella.
Al chico le tiembla la pierna pero nadie se da cuenta porque ellos saltan y bailan como lo hacen los grandes. Greta lo toma de la mano y corren entre la gente. Dos chicos les tiran harina pero ella no quiere jugar con nadie más. El chico quiere cuidarla y corre más rápido que ella y ella quiere perseguirlo y cuando lo alcanza le toca el hombro con un dedo y le dice: «encantado». El chico tiene que congelarse. Y ella se detiene frente a él y se ríe y lo señala. Lo toca de vuelta y le dice «desencantado» para poder seguir con esa carrera que no los lleva a ninguna parte. El chico no sabe cómo darle un beso. Aunque ella haya dicho que Peter y Wendy se besan al final. El chico la lleva de la mano hasta la casa de su abuela, la casa de los gritos en la que esa noche no hay nadie o al menos así parece porque cuando entran solo se escucha el reloj del living. Y en ese momento el chico piensa en entregarle unas margaritas que robó del cantero de su abuela y decirle que la quiere antes de darle un beso. Y la lleva por el pasillo que parece interminable.
Entonces escuchan un grito.
Y se acercan hasta la habitación del fondo. Y el chico alcanza a ver el brazo de alguien que está tirado en el piso. Y ese podría ser el final de la historia, pero la historia no termina así. El grito de la abuela todavía retumba en la casa y la mano de Greta se aferra a la del chico. Las dos manos transpiran. El chico intenta soltarla y escucha que Greta le dice:
—No vayas. 





*6:48
Love, love will tear us apart again
Love love love love love
I was strolling down past Paris way
I walked through the streets in the light of the day
I knew that summer had arrived
When I saw your eyes, when I see you
When I hope that is was good, as it was good for me
As it was good for you, then it was good for me
Yeah, but love, love will tear us apart again
Yeah, love, love will tear us apart again

lunes, 15 de mayo de 2017

"Mal de amores"; Enrico Malatesta

Y si no amamos a uno más vivamente que a otros; si no hay un solo ser por el cual estemos más particularmente dispuestos a sacrificarnos; si no conocemos otro amor que ese amor moderado, vago, casi teórico, que podemos sentir por todos, ¿no resultaría la vida menos rica, menos fecunda, menos bella? ¿No se vería disminuida la naturaleza humana en sus más bellos impulsos? ¿No nos veríamos privados de las alegrías más profundas? ¿No seríamos más desgraciados?
Por lo demás, el amor es lo que es. Cuando se ama fuertemente, se siente la necesidad del contacto, de la posesión exclusiva del ser amado. Los celos, comprendidos en el mejor sentido de la palabra, parecen formar y forman generalmente una sola cosa con el amor. El hecho podrá ser lamentable, pero no puede cambiarse a voluntad, ni siquiera a voluntad del que los sufre en persona.
Para nosotros el amor es una pasión que engendra por sí misma tragedias. Estas tragedias no se traducirían en actos violentos y brutales, ciertamente, si el hombre tuviese el sentimiento de respeto a la libertad ajena, si tuviese bastante imperio sobre sí mismo para comprender que no se remedia un mal con otro mayor, y si la opinión pública no fuese, como hoy, tan indulgente para los crímenes pasionales; pero las tragedias no serían por ello menos dolorosas.
Mientras los hombres tengan los sentimientos que tienen –y un cambio en el régimen político y económico de la sociedad no nos parece suficiente para modificarlos por entero– el amor producirá al mismo tiempo grandes alegrías y grandes dolores. Se podrá disminuirlos y atenuarlos con la eliminación de todas las causas que puedan ser eliminadas, pero su destrucción completa es imposible.



lunes, 8 de mayo de 2017

"Las sabidurías de la antigüedad"; Michel Onfray

Hablando de Aristipo:

Lo esencial consiste en gozar del instante, pedir al presente lo que puede dar, y nada más. Saber vivir, por así decirlo. Además, ser capaz de disfrutar del instante propicio, el famoso kairos, este punto del tiempo, esta densidad en la duración, este momento único y sin esperanzas de regreso, en cuyo transcurso es menester captar lo que se debe captar y coger lo que se ha de coger, sin lo cual, antes es demasiado pronto y después demasiado tarde. El hedonismo celebra el instante y excluye el pasado o el futuro: el error está en ir a buscar ocasiones de alegría fuera de esta dimensión puntual del tiempo. (...) El pecado pagano consiste en dejar escapar el presente.






lunes, 10 de abril de 2017

De la alegría y la potencia

Claire Parnet:
Quisiera que distinguieras la alegría de la tristeza, para Spinoza y necesariamente para ti. En primer lugar, ¿haces tuya completamente la distinción de Spinoza? ¿Encontraste algo el día que la leíste?

Gilles Deleuze:
Ah, sí, porque son los textos que presentan una carga extraordinaria de afectos en Spinoza. En fin, esto quiere decir, me parece, –simplifico mucho, pero esto quiere decir: la alegría es todo lo que consiste en colmar una potencia. Uno experimenta alegría cuando colma, cuando efectúa una de sus potencias. Bueno, volvamos a nuestros ejemplos: yo conquisto, por poco que sea, un pedazo de color, entro un poco en el color. ¿Te das cuenta de la alegría que eso puede suponer? Es eso: colmar una potencia, efectuar una potencia: he colmado una potencia. Pero entonces lo que resulta equívoco es la palabra «potencia». Por el contrario, ¿qué es la tristeza? Se da cuando estoy separado de una potencia de la que, con razón o sin ella, me creía capaz. «¡Ah, podría haber hecho eso!» –pero las circunstancias, o bien no me estaba permitido, o bien, etc. Así, pues, eso es la tristeza; habría que decir: toda tristeza es el efecto de un poder sobre mí. Efectuar algo de la propia potencia es siempre bueno: es lo que dice Spinoza. Naturalmente, ello plantea problemas, que requieren algunas precisiones. No hay potencia mala, lo que es malo, habría que decir, es el grado más bajo de la potencia, y el grado más bajo de la potencia es el poder. Quiero decir: ¿qué es la maldad? Es impedir que alguien haga lo que puede. La maldad es impedir que alguien haga, que efectúe su potencia, de tal suerte que no hay potencia mala: hay poderes malos.




martes, 4 de abril de 2017

Andy Warhol sobre el "y qué..."

Me paseaba por Bali y vi un grupo de gente que estaban celebrando un baile en un claro de la selva porque se acababa de morir una persona a la que quería de verdad. Me di cuenta de que todas las cosas dependen de cómo quieras planteártelas. A veces, las personas dejan que los mismos problemas les hagan sentirse desgraciados durante años, cuando lo único que deberían decir es: "y qué". Es uno de mis dichos favoritos. Y qué.

-Mi madre no me quería. Y qué.

-Mi marido no se acuesta conmigo. Y qué.

No sé como aguanté todos los años que tardé en aprender este secreto. Tardé mucho tiempo en aprenderlo, pero cuando se aprende ya no se olvida jamás.





miércoles, 22 de marzo de 2017

"El coraje de la verdad"; Michel Foucault

Pero, en su origen, la parrhesía es fundamentalmente una noción política. Con la noción de parrhesía, arraigada originariamente en la práctica política y la problematización de la democracia, y derivada hacia la esfera de la ética personal y la constitución del sujeto moral, puede verse el entrelazamiento del análisis de los modos del decir veraz, el estudio de las técnicas de gubernamentalidad y el señalamiento de las formas de práctica de sí. Presentar este estudio en una tentativa de reducir el saber al poder, de hacer del saber la máscara del poder en estructuras en que el sujeto no tiene cabida, no puede ser otra cosa que una caricatura. Se trata, al contrario, de las relaciones complejas entre tres elementos distintos, cuyas relaciones son mutuamente constitutivas: los saberes, estudiados en la especificidad de su decir veraz, su veridicción; las relaciones de poder, no como la emanación de un poder sustancial e invasor, sino en los procedimientos por los cuales se gobierna la conducta de los hombres, y los modos de constitución del sujeto a través de las prácticas de sí.

La parrhesía, etimológicamente, es la actividad consistente en decirlo todo: pan rhema. El parrhesiastés es el que dice todo. Así, en el discurso “Sobre la embajada fraudulenta”, Demóstenes advierte que es necesario hablar con parrhesía, sin retroceder ante nada, sin ocultar nada.

Pero la palabra parrhesía puede emplearse con dos valores. Con un valor peyorativo –como la encontramos en Aristófanes, y luego de manera muy habitual hasta la literatura cristiana–, la parrhesía consiste en decirlo todo en el sentido de decir cualquier cosa: cualquier cosa que pueda ser útil para la causa que uno defiende o que pueda valer para la pasión o el interés que anima a quien habla. El parresiasta se torna entonces el charlatán impenitente, aquel que no es capaz de ajustar su discurso a un principio de racionalidad o de verdad. En el libro VIII de la República encontrarán la descripción de la mala ciudad democrática, una ciudad heterogénea, dislocada, dispersa entre intereses diferentes, pasiones diferentes, individuos que no se entienden. Esta mala ciudad democrática practica la parrhesía: todo el mundo puede decir cualquier cosa.

En su valor positivo, la palabra parrhesía consiste en decir la verdad sin disimulación ni reserva ni cláusula de estilo ni ornamento retórico que pueda cifrarla o enmascararla. El “decirlo todo” es: decir la verdad sin ocultar ninguno de sus aspectos, sin esconderla con nada. Pero esto no basta para definir la noción de parrhesía en el sentido positivo; hacen falta dos condiciones complementarias. Es preciso no sólo que esa verdad constituya a las claras la opinión personal de quien habla, sino también que éste la diga en cuanto es lo que piensa. El parresiasta da su opinión, dice lo que piensa, él mismo signa la verdad que enuncia, se liga a esa verdad y, por consiguiente, se obliga a ella y por ella.

Pero esto no es suficiente. Después de todo, un profesor, un gramático, un geómetra pueden decir, con respecto a la gramática o la geometría, una verdad en la cual creen y, sin embargo, no se dirá que eso es parrhesía. Para que haya parrhesía es menester que el sujeto, al decir una verdad que marca como su opinión, su pensamiento, su creencia, corra cierto riesgo, un riesgo que concierne a la relación que él mantiene con el destinatario de sus palabras; es menester que, al decir la verdad, afrontemos el riesgo de ofender al otro, encolerizarlo y suscitar conductas que pueden llegar a la más extrema de las violencias. En la “Primera filípica”, Demóstenes agrega: “Sé que al valerme de esta franqueza ignoro lo que se deducirá para mí de las cosas que acabo de decir”.

La parrhesía implica cierto coraje, cuya forma mínima consiste en el hecho de que el parresiasta corre el riesgo de poner fin a la relación con el otro que, justamente, hizo posible su discurso. El parresiasta siempre corre el riesgo de socavar la relación que es condición de posibilidad de su discurso. Lo vemos con claridad en la parrhesía como guía de conciencia, que sólo puede existir si hay amistad y donde el uso de la verdad amenaza poner en tela de juicio y romper la relación amistosa.

Ese coraje adopta una forma máxima cuando quien habla se ve en la necesidad de arriesgar su propia vida. Platón, cuando va a ver a Dionisio el Viejo, le dice una serie de verdades que ofenden a tal punto al tirano que éste concibe el proyecto –no lo llevará a la práctica– de matar al filósofo. Pero Platón lo sabía y había aceptado el riesgo. La parrhesía no sólo arriesga la relación entre quien habla y la persona a la que se dirige la verdad, sino que, en última instancia, hace peligrar la existencia misma del que habla, al menos si su interlocutor tiene algún poder sobre él y no puede tolerar la verdad que se le dice.

Con la salvedad de que la parrhesía puede organizarse, desarrollarse y estabilizarse en lo que cabría llamar un juego parresiástico. Porque aquel a quien el parresiasta dice esa verdad –trátese del pueblo reunido y que delibera sobre las decisiones que debe tomar, o del príncipe a quien hay que dar consejos, o del amigo a quien se guía– ese interlocutor, si quiere cumplir el papel que le propone el parresiasta, debe aceptarla, por ofensiva que sea para las opiniones de la asamblea, para las pasiones o los intereses del príncipe, para la ignorancia o la ceguera del individuo. El pueblo, el príncipe, el individuo deben reconocer que quien corre el riesgo de decirles la verdad tiene que ser escuchado. El juego de la parrhesía se establece a partir de esa suerte de pacto. La parrhesía es el coraje de la verdad en quien habla y asume el riesgo, pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad ofensiva.